Capítulo 16

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Durante toda la mañana, Enis se encerró en la biblioteca para aprender a escribir y leer decentemente.

Lo de leer lo llevaba bastante mejor gracias a los libros que le conseguía Eurus, pero lo de escribir le costaba bastante. Tener en cuenta tantas reglas de ortografía, hacer las letras correctamente sin inclinarse a la hora de escribir en un papel en blanco, como sujetar bien el lápiz, no hacer mucha fuerza para que no le doliera la mano... Costaba mucho, pero tenía claro que tenía que superar aquello.

Pasadas un par de horas, las puertas de la biblioteca se abrieron, pero Enis no levantó la mirada del papel hasta que escuchó que la silla que había a su lado se movía y alguien se sentaba a su lado.

–Hola.– Dijo mirando a Airyn.

–Hola. Te hemos echado de menos en el desayuno.

–No tenía hambre.

–Ya, pues a partir de ahora nada de saltarse las comidas.

–Vale.– Dijo y miró su papel.

–¿Estás practicando?– Le preguntó Airyn cogiéndolo.

–Tengo mucho que aprender, y cuando antes empiece mejor.

–Ácido desoxirribonucleico.– Leyó Airyn.– Vaya, no es fácil escribir esto. ¿Cuando tiempo te ha llevado?

–Un buen rato. ¿Está bien escrito?

–Está perfecto, pero hay que mejorar un poquito la caligrafía.– Dijo devolviendole el papel y Enis sonrió.– ¿Sabes lo que significa lo que has escrito?

–Son las siglas de ADN.– Dijo enseñándole el libro donde lo había leído.

–Bien.– Dijo Airyn sonriendo.– Oye, ¿quieres despejarte un poco? Quiero enseñarte una cosa.

–¿Qué clase de cosa?

Airyn llevó a Enis a una habitación con puertas de acero de la que solo ella y un par de personas más tenían la llave. Una vez dentro, entendió por qué: aquel lugar estaba lleno de armas y munición. Si alguna vez se producía un motín contra Aro, aquel lugar debería estar protegido y sólo disponible para la gente leal.

–Wow...– Suspiró Enis.

–Es todo nuestro suministro de armas. Pero para que te hagas una idea, esto no sería ni una cuarta parte de la munición que tienen los gobiernos y la gente poderosa.

–¿Tiene armas más peligrosas que el Gas?– Dijo Enis mientras lo observaba todo.

–Decir que si sería quedarme corta.– Dijo Airyn y abrió un armario lleno de balas.– Que yo sepa, existen ciento cincuenta tipos de balas diferentes en Kownen y puede que en el mundo a día de hoy. Todas diferentes y algunas mucho peores que el Gas.

–¿Ciento cincuenta?– Dijo Enis mirando las balas.– ¿Qué más puede hacerte una bala a parte de un agujero?

–Mucho más.– Dijo Airyn con una sonrisa y cogió una bala completamente negra con una franja amarilla.– Esta por ejemplo, explota al contacto con la piel una vez que es disparada.

–Dios... ¿Y tengo que aprenderme que hace cada una y como funcionan?

–No todas. Solo las más usadas.

–¿Tú las conoces todas?

–Es mi trabajo. Se podría decir que soy la Teniente de Armas.– Se rió.– Conozco y sé manejar todas y cada una de las armas de esta sala.

–Increíble.

–¿Quieres que te enseñé?

–Si, por favor.

Airyn sonrió y cogió una de las armas que más parecían usarse, la agarró por el cañón y le tendió el mango a Enis. Ella miró la pistola y respiró hondo. Nunca había cogido un arma, pero ahora habían cambiado tantas cosas que estaba dispuesta a plantearse el si dispararía a alguien que intentase matarla.

–Tranquila, esta descargada.– La animó Airyn.

Enis cogió la pistola con ambas manos y la examinó.

–¿Quieres ir al campo de tiro y probar a ver qué tal?– Enis no contestó.– Aprender a disparar no es como aprender a matar. Lo segundo conlleva un poco más de tiempo.

–¿Pero tendré que hacerlo?

–Intentaremos que no. Si hace falta matar alguien, no lo harás tú.

–Gracias.

Airyn cogió un par de armas más, algo de munición que no harían saltar nada por los aires y después llevó a Enis al campo de tiro. Para ello, tuvieron que atravesar el gimnasio, donde mucha gente saludó a Airyn y otros tantos miraban a Enis con una sonrisa. Algunos también la saludaron a ella, pero ni siquiera le conocía.

El campo de tiro no era más que una sala enorme y despejada con unas dianas con forma de personas al fondo. A Enis no le hacía demasiada gracia disparar a personas, incluso si no tenían vida, así que apretando un botón, las formas cambiaron hasta convertirse en dianas redondas. 

Airyn le enseñó como colocar los pies, a repartir su peso, a agarrar correctamente el arma, a no tenerle miedo al retroceso, a apuntar y no perder de vista el objetivo hasta después de apretar el gatillo. El primer tiro de Enis ni siquiera impactó en la diana. El sonido del arma nada más ser disparada la dejó sorda por un momento y el retroceso la hizo perder el equilibrio hasta caer de culo.

–¿Estás bien?– Le preguntó Airyn ayudándola a levantarse.

–¿Esto es normal la primera vez?– La miró.– Dime que si.

–Un poco si. No tan torpemente, pero lo conseguirás.– Airyn vió que el pulso de Enis temblaba un poco.– ¿Quieres probar otra vez?

–Si.– Dijo asintiendo un par de veces antes de seguir practicando.

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