Capítulo 8

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Enis apenas escuchaba el ajetreo de las calles por las que pasaba. Tampoco escuchaba el motor, así que supuso que las paredes del transportador tendrían algún sistema de aislamiento. El único contacto que había con el exterior, eran unas pequeñas ventanas casi a la altura del techo y no mucho más anchas que un par de dedos. Entraba luz que se reflejaba en los cascos de los agentes que había sentados a ambos lados haciendo parecer que eran sus ojos.

Enis iba sentada en frente de la puerta, y a cada lado suyo había tres agentes, lo cual hacía que estuviera allí encerrada con seis agentes que podían matarla si quisieran. Tenía las piernas juntas, las manos sobre las rodillas y la cabeza agachada como si hubiera hecho algo malo. Al cabo de un rato, el transportador se detuvo, pero no tocó tierra. Enis levantó la mirada hacía las ventanas y al cabo de unos segundos vió que estaban atravesando las puertas y entraban en Kownen.

Se podría decir que era la primera vez que Enis entraba en su propia ciudad, y estaba asombrada a pesar de no ver absolutamente nada. Y entonces el transportador se volvió a parar, esta vez si, tocando tierra de golpe.

–¿Ya hemos llegado?– Preguntó Enis.

–No.– Dijo uno de los agentes y todos prepararon sus armas.

Enis se asustó al ver que se preparaban para disparar. Lo malo del aislamiento era que nadie podía oír lo que pasaba fuera, pero si que podían sentirlo. Sintieron el transportador balancearse ligeramente, lo que hizo que Enis gritase como un conejito y le dio la señal a los agentes de que, efectivamente, algo no iba bien y que debían actuar. 

Abrieron las puertas y cuatro de los seis agentes salieron, los otros dos se quedaron dentro para proteger a Enis. Al dejar las puertas entre abiertas, pudieron escucharse claramente los disparos. Era la primera vez que Enis escuchaba los disparos de verdad. Segundos más tarde, los dos guardias que había dentro con Enis se desplomaron como si alguien les hubiera disparado, pero nadie lo había hecho. Las puertas se abrieron y Enis vio a una chica algo mayor que ella, con una especie de rifle y el pelo rubio recogido en una coleta. Ella le miró algo extrañada.

–¿Eres... la inmune?– Le preguntó.

–Creo que si.

–Pero eres una chica.– Dijo sin dejar de mirarla.

–Si...– Dijo Enis confusa. La chica no sabía muy bien como reaccionar.

–Bueno, da igual. Ven conmigo.– Dijo alargando la mano hacia ella.

Enis se levantó y pasó entre los cuerpos de los guardias con cuidado.

–¿Están muertos?– Preguntó mirándolos.

–No. Solo inconscientes.– Dijo cogiendo a Enis del brazo y bajándola del transportador.– Ahora no te sueltes de mi mano, y haz todo lo que yo te diga.

La chica cogió a Enis de la mano y salio corriendo de allí. Enis apenas tuvo tiempo de mirar atrás para ver lo que había pasado, y tampoco le dió mucho más tiempo a levantar la mirada y ver los altos edificios de Kownen con los que antes solo soñaba, ya que aquella chica la metió rápidamente en otro vehículo. Ella entró detrás de Enis y le dió un par de golpes al lado que comunicaba con la zona del conductor para indicarle que arrancase.

–¿Estás bien?– Le preguntó la chica cuando ya llevaban un rato circulando y parecía que nadie les seguía.

–Si... creo que si.

–Bien.– Dijo asintiendo.– ¿Cómo te llamas?

–Enis. Harding. Enis Harding.

–Vale, Enis Harding. Yo soy Airyn Lunem.– Enis asintió.– ¿Eres de La Cantera?

–Si.

–¿Y sabes por qué te traían a Kownen?

–Yo...– Enis bajó la cabeza.– No me afectó el Gas.

–Oh, joder...– Dijo echando la cabeza hacía atrás.– Aro, fase dos completada con éxito.– Enis no supo a quien le hablaba hasta que Airyn giró la cabeza y vio un intercomunicador en su oído.– Pero tenemos un pequeño problema.– Dijo pasándose las manos por la cara.– No, nada serio. Lo verás cuando lleguemos.– Dijo mirando a Enis.– Que no, tranquilo.– Le sonrió un poco para calmarla.– Pronto, espero. Sabes que aquí atrás no veo nada. Habla con Athlas.

–¿Con quien hablabas?– Le preguntó Enis.– ¿Qué es todo esto? ¿Qué diablos pasa?

–Tranquila. Pronto te lo explicaremos todo. Ahora ya estas a salvo. 

Enis no dijo nada, simplemente la miró. Era muy guapa como para pertenecer a un grupo que iba secuestrando gente a lo loco, pero estaba demasiado confusa para sacar esa clase de conclusiones, así que decidió que confiaría en su palabra hasta que le diera motivos para dudar.

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