Capítulo 36

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Aro acompañó a Seven a la salida y le advirtió varias veces de que no hablase con nadie de lo que acababa de pasar. Seven le juró que no diría nada, pero él tenía que prometer que Keyer saldría sano y salvo.

–¿Qué es lo que tengo que hacer?– Le preguntó Seven antes de irse.

–Simplemente alejar las sospechas de los que serán invitados y los que serán camareros. Déjanos trabajar y todo saldrá bien.

–Muy bien. Suerte, supongo.

–Gracias.

Seven salió de los túneles para volver a la superficie bajo la atenta mirada de Aro. Él estuvo mirando hasta que la perdió de vista y entonces se dio la vuelta para unirse a los demás, pero se encontró de bruces con Athlas, lo cual le asustó bastante.

–Joder, tío, me has asustado.

–¿Te fías de ella?– Le preguntó muy serio.

–Quiere a su hermano. No dirá nada.

–Es una Fortuna.

–Tú y yo también lo fuimos una vez.

–No como ella.– Athlas se acercó un paso.– Ícaro, te estás arriesgando muchísimo por Enis. ¿De verdad nos merece la pena correr tantos riesgos?

–Ella merece todos los riesgos posibles.– Aro le miró a los ojos.– Ya no me puedo echar atrás, pero tu sí, si quieres.

–No pienso dejarte solo. No en esta locura.

–Gracias.– Aro le sonrió. Y después ambos fueron hasta donde estaban los demás.

–Pero solo prométeme una cosa: que no te vas a enamorar.

–¿Qué? ¿Enamorarme?– Aro se rió.– Parece que no me conoces.

–Te recordaré esta charla en el banquete de bodas.

Aro le dio un toque en el hombro a Athlas y ambos se rieron un poco.

Cuando estuvieron todos juntos, planearon bien cómo entrar y organizarse en la fiesta. Tardaron más de lo que pensaban en idear el plan, hablar con sus contactos y preparar todo lo que fuera necesario.

–Entonces ¿ya está?– Preguntó Bri cuando terminaron a última hora del día.

–Yo creo que si.– Aro se frotó los ojos.– Está noche prepararé lo del catering. Seguramente mañana no venga a primera hora, así que At me avisará cuanto todo esté preparado.

–Aquí también hay mucho que hacer.– Dijo Airyn.– Tenemos que preparar los dispositivos de cambio de facciones, conseguir ropa elegante para los invitados y preparar a Keyer.

–Puedo conseguir la ropa.– Dijo Aro.

–Yo me encargo de los dispositivos.– Dijo Bri.

–Yo de preparar a Keyer.– Dijo Enis y todos le miraron.– ¿Qué?

–¿Tú te encargas de Keyer?– Dijo Aro.

–Si, se me da bien cuidar a las personas.

–Muy bien.– Aro asintió un par de veces.

–¿Tienes algún problema con ello?

–No, para nada.

Enis no se quedó muy convencida con la actitud de Aro. Pensó en que a lo mejor estaba celoso, pero no tenía motivos para estarlo.

Durante la cena, Enis advirtió que la mesa en la que se sentaba Pouke y sus amigos seguía vacía. Desde el momento en que los echaron, la mesa permaneció vacía, sin nadie que la ocupase, como si fueran a volver pronto y la gente tuviera miedo.

Después de la cena, en vez de volver a su nuevo cuarto, Enis bajó hasta la celda de Keyer. Había hablado con los chicos y les parecía bien la idea que Enis les había propuesto. Después de todas las locuras que estaba llevando a cabo Aro, aquella parecía incluso razonable.

–Hola.– Dijo Enis y Keyer se sorprendió bastante al verla.

–¿Qué haces aquí?– Le preguntó él.

–Te traigo algo de cena.– Dijo Enis dejando el plato en el suelo y ella se agachó frente a él.

–Sería genial si no...– Keyer gesticuló como pudo con la manos aún atadas  la silla.

–También he pensado en eso.

Enis sacó una navaja del bolsillo de su chaqueta y empezó a cortar las ataduras de Keyer. Él se quedó bastante sorprendido con todo aquello, no se esperaba que fueran a dejarle libre hasta la fiesta.

Una vez que estuvo suelto, se levantó y dejando a Enis en el suelo. Dio un par de pasos para mover las piernas mientras se frota a las muñecas.

–Dios, no sabes lo que necesitaba esto.– Dijo y ella sonrió.– Gracias.–  La miró.

–No me las des. Me han dejado soltarte pero... no dejarte salir de aquí.

–Da igual. Será agradable no pasar otra noche más durmiendo atado a una silla.– Dijo sentándose frente a ella y mirando la comida como si fuera un milagro.

–¿Te han traído comida alguna vez?

–No. Sólo agua.

–Entonces come tranquilo. Tendrás hambre.

Keyer se abalanzó sobre la comida que Enis le trajo y ella se rió un poco al ver cómo Keyer devoraba la comida.

–Lo siento.– Dijo él con la boca llena mirándola.– Yo no suelo ser así de mal educado.

–No te preocupes. Supongo que esto nos cambia a todos.

–¿Tú también eras diferente?

–Supongo. Nunca pensé que... esta situación llegaría a ser real.

–¿Una Inferia Inmune hablando con un Fortuno secuestrado en una celda del refugio de los hijos de Los Caídos?– Dijo él y ambos se rieron.

–Si. Viene siendo básicamente eso.– Keyer se rió otro poco y Enis bostezó.

–¿Un día largo?

–Si. Estoy bastante cansada, debería irme a dormir.– Dijo levantándose.

–Vale. Que descanses.

–Gracias.– Dijo Enis yendo hacia la puerta.

–Gracias a ti.– Volvió a decir Keyer.– Por... Ya sabes...

–De nada.– Dijo ella con una sonrisa antes de salir de allí, cerrar la puerta e irse a dormir.

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