Capítulo 12

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Enis tardó más que nadie en comer. Además de que comía muy despacio, al comer la mitad de la comida que había en el plato ya se había llenado, pero los demás la obligaron a seguir comiendo hasta que se lo terminó todo.

Cuando todo el mundo terminó de comer y recoger, se fueron del comedor. Enis y los demás también se fueron, pero no llegaron mucho más allá de la puerta, ya que al parecer, muchos de los que había en aquel refugio tenía un trabajo, como los que se encargaban de hacer la comida y limpiar.

–¿A ti que se te da bien?– Le preguntó Bri cuando salieron.

–Pues no lo sé. Robar diría, pero la última vez me pillaron, así que ya no estoy muy segura.

–¿Sabes leer?– Le preguntó Aro.

–Si, pero me cuesta.

–¿Escribir?

–Eso me cuesta bastante más.

–Vale...– Dijo pasándose las manos por el pelo como si Enis supusiera un reto para él.– Habrá que enseñarle lo que la escuela no ha podido, y a partir de ahí un poco de todo.– Dijo mirando a los demás.– A pelearse, a saber moverse, manejar un arma...

–¿Manejar un arma?– Dijo Enis sorprendida.

–No te preocupes.– Le dijo Airyn.– No es tan difícil como parece.

–Eso es porqué eres la que más sabe de armas a este lado de la ciudad.– Dijo Athlas con una sonrisa.

–Lo sé.– Le sonrió y le dio un beso en la mejilla.

–Buscaos una habitación.– Les dijo Bri.

–Ya encontraras a un hombre que te haga cambiar de idea.

–No quiero ningún hombre.

–En fin.– Dijo Aro levantando un poco la voz para que los demás dejaran de hablar y le hicieran caso.– Empezad por las lecciones básicas, chicas.– Dijo y miró a Athlas.– At, tú y yo a ver si conseguimos algo de lo que planea Uriel.

–¿Por qué siempre nosotras nos encargamos siempre de enseñar a los nuevos?– Se quejó Bri.

–Porque yo soy el líder, y carezco de la paciencia necesaria para la docencia.– Dijo Aro con una sonrisa.

–No es justo.

–Pues buscad a alguien que lo haga por vosotras.– Dijo Athlas mientras empezaban a irse.

Los chicos se marcharon dejando a las chicas solas. Airyn y Bri se miraron como si no supieran que hacer y después miraron a Enis.

–No disimuléis, está claro que soy un estorbo...– Enis bajó la cabeza.

–No, para nada.– Dijo Airyn para animarla.– Es que aquí, la gente no sabe expresarse.

–Si, pero no te preocupes. Antes de que te des cuenta, seras una de las mejores.– Dijo Bri y ambas se llevaron a Enis para empezar su instrucción.

Enis estuvo aprendiendo y mejorando sus habilidades de lectura y escritura durante toda la tarde hasta que estuvo lo suficientemente cansada como para seguir y dejaron que se fuera a la cama tras uno de los días más largos de su vida. Al principio, Enis pensó que le costaría dormir en aquel lugar, lleno de gente y sin su madre, pero estaba tan cansada que apenas se dio cuenta y se quedó dormida enseguida.

–Tengo que irme.– Dijo Aro tras mirar el reloj.

–Es la hora de Los Búhos, ¿eh?– Le dijo Athlas.

–Si. Y odian que llegue tarde.

–No se para que te empeñas en tener una habitación para ti solo si nunca duermes aquí.

–Si duermo.

–Si, una vez al mes.– Dijo y ambos se rieron mientras Aro se acercaba a la puerta.

–Hasta mañana.

–Ten cuidado.

En el refugio, todo el mundo pensaba que por las noches, Aro se juntaba con un grupo nocturno llamado Los Búhos que patrullaba la ciudad para asegurarse de que todo estaba bien. Pero no era así.

Por las noches, Aro salía de los túneles subterráneos que recorrían la ciudad hasta un cuarto pequeño e invisible a no ser que supieras que estaba ahí. En ese cuarto se cambiaba de ropa, dejaba la ropa que solía llevar durante el día y se ponía uno de sus mejores trajes. Una vez arreglado, salía a la ciudad y se convertía en uno más.

Las calles de Kownen aún tenían algo de vida a aquellas horas, así que decidió ir dando un paseo. Los enormes rascacielos que subían más alto que los muros le hacía pensar en lo pequeño que era, a pesar de ser alguien muy grande en el refugio.

Llegó hasta su edificio de destino, cruzó las enormes puertas de cristal y subió en ascensor hasta su piso. Tras aquellas puertas, dejaba de ser el líder los hijos de Los Caídos y pasaba a ser Ícaro Elder, hijo menor de una de las familias más poderosa de Kownen.

Abrió la puerta y vio a la única que siempre estaba en casa para recibirle a aquella hora: Su hermana, Noon Elder. Aro la vio mirando por la ventana tomando una copa de vino blanco y se acercó a ella con una sonrisa.

–Tenemos unas de las mejores vistas de la ciudad.– Le dijo apoyándose en la pared a su lado y la miró.– Y no hablo de lo que veo a través de la ventana.

–Tan ocurrente como siempre.– Dijo y bebió. Ícaro y Noon se adoraban mutuamente, eran la persona favorita del otro.

–¿Qué tal el trabajo hoy?

–Estoy cansada.– Le dijo mirándole.

–Ya veo.– Señaló su copa.– Solo tomas vino cuando has tenido un mal día. ¿Quieres hablar?

–No. Solo ha sido un día largo, y estaba deseando llegar a casa.

–¿Segura?– Ícaro se incorporó y la miró serio.– A mi puedes contármelo.

–Estoy bien, Ícaro. En serio.– Noon le sonrió para convencerle.– Te he dejado en tu cuarto lo que se supone que has hecho hoy en el trabajo. Yo que tú, le echaría un vistazo antes de que lleguen papá y mamá.

–Claro.– Dijo y le cogió la copa a Noon para pegarle un trago.– Yo también he tenido un día intenso.

–¿Algo que deba saber?

–Voy un poco justo para leer tus informes, así que te lo cuento en otro momento, ¿vale?– Dijo yendo hacia su cuarto.

–Pero me lo cuentas, ¿eh? que te conozco.– Dijo señalandole y él la señaló de vuelta para hacerle entender que la había entendido.

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