Capítulo 41

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–Aro.– Athlas le llamó la atención.

Los chicos se giraron hacia Aro al verle amenazar la vida de Keyer. Enis observó lo nervioso que estaba Aro, aquella era su última oportunidad de conseguir la receta. Y el apellido de su familia le quemaba en la mano que sujetaba la pistola.

–¿Qué es lo que queréis?– Les preguntó Uriel.

–El cuaderno.– Dijo Aro sin soltar a Keyer.– Dénoslo y dejaré que su hijo viva.

–Entregarme a la Inmune y a mi hijo y tendrás el cuaderno.

–No, no, no. Esto no funciona así.– Dijo él y Enis se escondió un poco más.– Él cuaderno, por la vida de Keyer. Ese es el trato.

–Papá, dales el cuaderno y termina con esta pesadilla.– Dijo Keyer, pero su padre no contestó. Ni siquiera le miró.– ¿Papá?

–¡Papá, dales el puto libro!– Gritó Seven y nadie dijo nada durante unos segundos.

–Dame a la chica.

–Ni de coña.

–La quiero a ella.

–Le juro que le disparo.– Dijo Aro obligando a Keyer a ponerse más recto aún y él cerró lo ojos con miedo.

–¿Papá?– Dijo Keyer con miedo. Sabía que Aro no le haría daño, pero no podía dejar de pensar porqué su padre no le salvaba.

–Denos el libro.– Enzo miró el libro.

–¡Papá!

Uriel se mantuvo callado. Cuando ninguno de los invitados quedaron en la sala, les dijo a sus hombres que bajarán las armas.

–¿Papá...?

–Puedes quedarte con la vida de mi hijo.– Dijo muy serio.

Aquellas palabras le llegaron a todo el mundo como una auténtica bala. A Keyer se le encogió el estómago haciéndole llorar. Su padre acababa de darle autorización a su mejor amigo para que le matase. Seven estaba tan atónita por lo que acababa de decir que no era capaz de pronunciar palabra alguna. Y los demás, simplemente no se creían lo que acababa de pasar.

–Marchaos.– Les dijo Uriel.

Los chicos retrocedieron lentamente hasta la puerta. Aro tuvo que traer a Keyer con él, no podía dejarle allí sabiendo que a su padre no le importaba si su hijo moría o vivía aquella noche. Pero al llegar al marco del recibidor, antes de llegar a la puerta, Aro vio que en la puerta por la que se habían ido sus invitados, sus padres y Noon aparecieron de repente y les miraron con horror sin que él supiera porque.

–Inividores.– Dijo Bri y al mirarla vio su auténtica cara. Lo que significaba que a todos los demás también.

Es decir, sus padres le habían visto la cara.

–¡Vamonos!– Gritó Athlas.

Aro apartó la pistola de la cabeza de Keyer pero no le soltó y le hizo correr con él y con los demás para salir de allí. Escondió la pistola para que nadie pudiera verla. Seven se acercó como pudo a su padre. Nadie más se movía ni decía nada, solo ella tenía el valor de hacer algo.

Se acercó a su padre, quién levantó un poco el libro y lo miró. Seven se colocó a su lado y pasó los dedos por el.

–Has vendido la vida de Keyer... por esto...– Dijo ella con un hilo de voz.

–Tú lo entiendes, ¿verdad, Seven? ¿Entiendes por que lo he...?

Antes de que su padre pudiera terminar, Seven abusó de su confianza, traicionó todo lo que conocía y le quitó el cuaderno. Seven salió tan rápido de allí que todos los demás tardaron demasiado en reaccionar.

Los demás consiguieron llegar hasta abajo, donde Keyer no pudo seguir por un segundo, se soltó de Aro y se apoyó sobre sus rodillas. 

–Tenemos que irnos.– Le dijo Aro acercándose de nuevo a él.

–No puedo... yo...– Keyer intentó no llorar, pero no lo consiguió.

–Hablaremos de esto en otro momento, tío. Pero ahora tenemos que salir de aquí.

–¡Ícaro!– Escucharon gritar.

Los chicos se giraron hacia los ascensores donde vieron que de ellos salía Seven corriendo hacia ellos. Keyer se alivió un poco al ver que estaba bien, pero le entró el pánico al ver que de el otro ascensor que había, un grupo de guardias armados salía tras ella. Intentaron ayudarla disparando a los guardias, pero uno de ellos disparó una nube de Gas que alcanzó a Seven por completo.

–¡No!– Gritó Keyer corriendo hacia ella.

–¡Olvida quien eres, Seven!– Le gritaron antes de que la nube desapareciera dejándola plantada en mitad del vestíbulo.

Keyer corrió hasta ella, la cogió de la muñeca y volvió para ponerse a salvo detrás del grupo de Aro.

–¡Vamonos!– Gritó Athlas.

Él fue el primero en salir y guió al grupo hasta el aparcamiento, que era donde estaba la furgoneta. Dieron un rodeo al edificio para perder a los guardias entre calles y callejones hasta que llegaron al aparcamiento.

–Vale, ahora todo el mundo callado.– Susurró Athlas.– La furgoneta está en la segunda planta.

El parking era mucho más grande de lo que les hubiera gustado en aquel momento. Fueron escondiéndose de coche a coche en silencio y vigilando de que nadie les viera. Athlas y Bri eran quienes encabezaban al grupo, detrás de ellos Seven y Keyer. Después Aro, Enis y Airyn para cerrar.

Cuando ya podían ver la furgoneta, se levantaron un poco para correr hasta ella, pero entonces Enis lo escuchó. Giró la cabeza hasta el final del pasillo donde vio a uno de los guardias preparado para disparar directamente contra Aro.

–¡No!– Gritó ella empujándole, y volvió a gritar cuando recibió la bala por él.

Antes de procesar lo que pasaba, Aro y Airyn ya estaban disparando contra aquel hombre hasta que vieron que ya no volvió a moverse. Entonces se giraron y vieron a Enis sujetándose la zona del estomago con los dedos manchados de sangre.

–No, no, no, no, no.– Dijo Aro arrodillándose junto a ella.– Te vas a poner bien, ¿me oyes? Todo saldrá bien.

–¡Están allí!– Escucharon a lo lejos.

–¡Aro!– Le gritó Bri desde la furgoneta.

Aro cogió a Enis en brazos y corrió hasta la furgoneta a tiempo de que Athlas arrancase y saliese de allí lo más rápido que le permitieron los neumáticos. Sintieron un par de disparos estrellarse contra ellos, pero Athlas no detuvo el coche hasta que salió de allí, y no redujo la velocidad hasta entrar por uno de los túneles del refugio.

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