Capítulo 32

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Cuando Aro tuvo la confirmación de que Enis quería hacerlo, no perdió ni un minuto más.

Ambos bajaron de nuevo a la zona donde tenían a Keyer. Airyn y Bri se habían encargado de disolver a la gente después del "juicio" a Pouke y Athlas le había acompañado a él y a todos los que quisieran irse y ahora estaban los tres esperando frente a la puerta de la celda como casi cada día. Cuando les vieron aparecer, los tres dejaron de estar apoyados en las paredes y se pusieron rectos.

–¿Cómo la has convencido?– Le preguntó Athlas al ver que Enis estaba allí.

–No la he convencido de nada. Quería hacerlo.

–¿En serio?

–En serio.

–¿Y ya has pensado lo que le vas a preguntar?– Le preguntó Airyn.

–No.– Admitió Enis.– Pero supongo que será algo que queramos saber, así que espero ordenes.– Dijo y miró a Aro.

–Estaría bien saber si tiene alguna idea de qué pruebas pensaban hacerte, y si nosotros podemos reproducir esas pruebas con Deiko.

–Vale.– Enis hizo el amago de ir hacia la puerta, pero Aro la cogió de la mano y la detuvo.

–Espera un segundo.

Aro le hizo una señal a Airyn señalandole el pañuelo que llevaba atado en la cabeza y ella se lo lanzó. Aro lo cogió al vuelo y se lo puso a Enis al rededor del cuello.

–El primer día que te vio llevabas el pelo suelto y no se te veía el tatuaje.

–Pero ya sabe que soy la Inmune.

–No voy a arriesgarme.– Enis se colocó bien el pañuelo.– ¿Preparada?

–Creo que si.

–Si la cosa se pone fea, recuerda que estaremos contigo.– Dijo Athlas abriéndole la puerta.

Keyer seguía atado a la silla en medio de aquella sala vacía, solo que ahora habían colocado otra silla delante de él. Keyer fijó la mirada en ella desde el momento en el que entró hasta que se sentó frente a él y después observó como los demás se colocaban detrás de ella para vigilarles.

–Supongo que no podremos hablar en privado.– Dijo Keyer mirando a Aro.

–Dijiste que querías hablar con ella, no que querías una audiencia privada.

Aro se cruzó de brazos y Keyer rodeó los ojos antes de volver a fijarse en Enis. Se fijó en que ahora llevaba un pañuelo que el otro día no tenía, y que se lo acababa de poner porque no dejaba de ajustárselo como si estuviera incomoda, así que en una de estas, Keyer consiguió ver los rayos del sol de su tatuaje que asomaban por su cuello.

–Tú eres la Inmune, ¿verdad?– Dijo mirándola.– ¿Cómo te llamas?

–Soy Enis Harding.

–Tenía muchas ganas de conocerte, Enis.– Dijo con una pequeña sonrisa.– Yo soy...

–Keyer Uriel.– Terminó ella.– Lo sé.

–¿Te han hablado bien o mal de mi?

–Eres un Fortuno. Si me han hablado bien o mal de ti no cambia mi opinión sobre vosotros.

–La cual supongo que no es buena. ¿Qué puedo hacer para hacerte cambiar de idea?

–Contestarme unas preguntas.– Keyer se puso lo más recto que pudo.

–Tú dirás.

–Tú padre, y casi toda la ciudad me está buscando, ¿qué quieren hacer conmigo exactamente?

–No me lo ha dicho.

–No te creo.

–Es verdad. Sólo sé que está empeñado en saber porqué no te afecta el Gas.

–Si me tuviera, ¿que pruebas me haría?

–No me encargo de eso.

–Eres su hijo.– Dijo Enis acercándose un poco.– Y probablemente la única persona que pueda asegurarme que seguiría viva si me llegase a encontrar.

–Ojalá pudiera contestarte.– Keyer también se echó hacia delante.– Pero no trabajo en ello. Y mi padre no me cuenta tantas cosas como crees.

–Pero trabajas con él. ¿Sabes de algo que podamos hacer nosotros para saber por qué no me afecta?

–Es probable que la respuesta esté en tu organismo.– Keyer se echó un poco más hacia delante.– Pero para eso...

–Que corra el aire.– Le interrumpió Aro seriamente. Keyer le miró y después volvió a apoyar la espalda en el respaldo de la silla, al igual que Enis.

–Para eso, deberíais saber la composición del Gas.

–¿Y conoces la composición?

–No, yo no. Es compleja y complicada de memorizar. Pero mi padre guarda la receta como si fuera oro.

–¿Dónde está?– Intervino Aro serio y Keyer le miró, también bastante serio antes de volver a mirar a Enis.

–En el despacho de mi padre hay un cuadro enorme de mi familia. Se abre, y detrás hay una caja fuerte donde está guardada la receta.

–¿Y sabes la combinación?– Le preguntó Enis.

–No tiene.

–Este tío nos está vacilando.– Dijo Athlas.

–¡Es verdad!– Gritó Keyer.– La caja fuerte solo se abre mediante una verificación de ADN de la familia Uriel. Es una medida de seguridad.

–¿Entonces quienes pueden abrir la caja fuerte?– Dijo Bri.

–Mi padre, mi madre, mi hermana y yo. Solo nosotros cuatro. Nadie más.– Aro se pasó las manos por la cara y el pelo.

–Muy bien. Se acabó.– Dijo Aro.

–¿Qué? ¿Ya?

–Si, suficiente por hoy.– Dijo y todos se dirigieron a la puerta, incluida Enis, pero antes de que ella saliese, Keyer le llamó.

–Prométeme que volverás.– Le dijo mirándola solo a ella. Aro también la miró para saber lo que contestaba.

–Lo intentaré.– Dijo antes de que todos salieran.

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