Capítulo 50

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Cuando Enis llegó a la parte de arriba de la escalera, empujó con todas sus fuerzas la tapa de alcantarilla que tapaba la entrada a los túneles y dejó que la luz del sol entrase.

Los rayos de luz la cegaron al principio y le calentaron la cara. Cuando pudo volver a ver, salió de allí y observó donde estaban. Justo a su derecha estaba los muros que parecían tocar el cielo que les separaban de Kownen. Tanto tiempo allí dentro y ahora volvía a estar fuera, era como si todo hubiera sido un sueño, pero que el resto saliese detrás de ella por aquel agujero le recordaba que aquella era su realidad.

–Vaya...– Dijo Bri observando La Cantera delante de ellos y como a su izquierda, un páramo de tierra se extendía hasta donde alcanzaba la vista haciéndoles sentir en mitad de la nada.– Ahora entiendo porque nadie quiere acabar aquí.

–Nunca seremos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos.– Dijo Noon.

–Bueno, a partir de aquí, nos guías tú.– Le dijo Aro a Enis con un tono mucho más dulce de lo que nadie se esperaba.– ¿Por... donde empezamos?

–Habrá muchos más agentes que de costumbre por las calles... Así que será mejor que seamos discretos.

–¿Y que hay de los transportadores y de tu madre?– Le preguntó Athlas.

–Los transportadores menos vigilados están en las minas. Se puede llegar andando, pero se tarda un poco. Y mi madre... no llegará a casa de las minas a última hora de la tarde.

–Vale, en ese caso, nos dividiremos.– Dijo Athlas.– Airyn, Bri y yo iremos a buscar los transportadores a las minas. Noon, Keyer y Seven quedaos en La Cantera controlando a los agentes y nos vais informando de todo, y si encontráis algún transportador de paso, perfecto. Y Aro y Enis, encontrad a vuestra madre. ¿Todo el mundo de acuerdo?

Todo el mundo asintió al plan de Athlas y se dividieron. A Enis le parecía demasiado arriesgado ir directamente a casa, prefería esperar a que bajase un poco la luz o que les avisase cuando no hubiera agentes cerca de su casa. Así que llevó a Aro a un lugar donde se sentía segura.

–¿Qué es este sitio?– Preguntó él mirando el edificio medio abandonado.

–Es una antigua fábrica. Los agentes no pisan por aquí, y... aquí es donde la gente de mi edad suele venir.

Ambos entraron en la fábrica y entonces empezaron a escuchar los primeros acordes de guitarra.

Enis se emocionó y corrió escaleras arriba ignorando las preguntas de Aro, quien tuvo que salir corriendo detrás de ella para no perderla.

Al llegar arriba, Enis vio que la fábrica estaba casi vacía, lo cual dejaba a su mejor amigo tumbado en un sofá con su guitarra mirando al techo. Enis se rió un poco al volver a verle, no le parecía real. Pero de repente Eurus sintió que le estaban mirando, y al darse cuenta de que era  Enis, dejó la guitarra y salió corriendo hasta abrazarla.

–Sabía que volverías.– Le dijo al oído.– Lo sabía. ¡Lo sabía!

–Como me alegro de verte.– Dijo ella aliviada de poder abrazar a alguien que sabía que no le haría daño. Eurus se rió y al abrir los ojos, vio a Aro y se separó de Enis.

–¿Quién es?– Preguntó sin dejar de mirarle.

–Oh, él es Ícaro.– Dijo Enis.– Mi... hermano.– Miró a Aro y Eurus abrió mucho los ojos.

–¿Cómo que "hermano"?

–Es una muy larga historia...

–Él es tú mejor amigo, ¿no?– Le dijo Aro.– Él qué creíamos que eras tú.

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