Capítulo 45

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Luca se encargaría de hablar con Matthew y Kair Vel Laviti; Astello haría que algunos marqueses y condes empezarán a pensar en la idea de derrocar al Emperador; mientras tanto, yo, debería hacer lo mismo pero con las damas de la sociedad y tenía pensado muy bien con quién empezar.

-Señorita Visconti -Gire, para poder ver al mayordomo que estaba frente a la puerta-. Su majestad, la emperatriz, la está esperando.

Sonreí, era el momento de empezar.

Caminé detrás del mayordomo, quien me guió por el pasillo que se encontraba detrás de la puerta por la que vino, lo único que se escuchaba era el eco del sonido de mis zapatos.

La emperatriz era una mujer astuta, muchos piensan que la persona más poderosa del Imperio es el Emperador pero están equivocados, la persona más poderosa del Imperio es la Emperatriz.

El hecho es simple, absolutamente todo pasa por las manos de la Emperatriz, no hay nada que se le escape de la vista. Cualquiera puede llegar al Emperador pero, tratar de llegar a la Emperatriz es algo completamente distinto, complejo y difícil.

Es ella quien se encarga de llevar en sus hombros todo lo relacionado con el Imperio, mientras que el que se lleva el crédito es el Emperador. Muchos no lo saben, viven en la ignorancia, pero hay muchos otros que respetan y temen mucho más a esa mujer que a su esposo.

Es por ello que, si quiero que todo salga como tengo planeado, tengo que tenerla de mi lado. Tener a la Emperatriz me garantiza la victoria.

El mayordomo se detuvo frente a una gran puerta, hermosamente decorada, con dos guardias a cada lado. Por fin habíamos llegado. El hombre se adelantó y me presentó, yo mientras tanto me quedé pacientemente esperando.

-Puede pasar, señorita -Le sonreí en agradecimiento y me adentre a la habitación.

La Emperatriz estaba sentada frente a un gran ventanal que daba la vista de un paisaje hermoso al jardín, no se giró en ningún momento a verme. Sin dudar, caminé hasta estar frente a ella y me incliné.

-Saludos a Su majestad, Emperatriz del sol -Sentí como su mano acariciaba mi cabeza.

-Levantate -Cuando lo hice me recibió con una sonrisa deslumbrante-. Ha pasado tiempo, señorita Athanassia. Tomé asiento.

Debería cuidar mis palabras, a pesar de verse como una madre comprensiva podría ser algo completamente distinto. A fin de cuentas Astello tenía razón, todas las mujeres son unas serpientes esperando a clavar sus dientes y envenenar.

-Dime, ¿Qué sucede? -Preguntó en cuanto tomé asiento frente a ella.

-¿Tiene que suceder algo para que la visite?

-No trates de engañarme, querida, ve al punto -Dijo mientras se limpiaba los labios con un pañuelo.

Debía elegir bien las palabras que usar, cualquier paso en falso podría terminar conmigo en un calabozo o con mi cabeza cortada. Sin embargo no salió nada de mí boca, nos quedamos en silencio.

Una mucama entró y nos sirvió algo de té con algunos bocadillos, y nosotras seguíamos sin hablar, nos limitamos a mirarnos la una a la otra en espera de que algo pase, de que la otra hablé.

Sentía como la Emperatriz me analizaba, con su sonrisa encantadora que podría estar escondiendo mil demonios detrás. Ya no podía perder más tiempo así que me armé de valor para romper el silencio y empezar con todo de una vez.

-Hay una historia -Mire el paisaje que tenía a mi izquierda, la Emperatriz me prestó más atención mientras me miraba confusa- que se la cuentan a las niñas de la nobleza, puede que usted no sepa de qué se trata -Mi mirada seguía en el horizonte, no podía mirarla a ella.

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