Capítulo 48

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Realmente no sé cómo hice para contenerme y no golpear a mi hermano, pero lo logré. Blaine solo siguió con sus palabras hirientes, tratando de hacerme perder el control, pero al ver que no iba a lograr hacerlo solo se resignó y empezó a ignorarme.

Muy maduro de su parte.

A veces pareciera que el hermano menor era él y no yo, su comportamiento era una incógnita, al igual que lo era lo que pasaba por su cabeza. Por momentos se comportaba y pensaba como alguien inteligente, astuto, como alguien acorde a su edad o más; luego tenía un cambio brusco y se convertía en un niño de cinco años.

-¿Por qué la cara larga? -La voz de Athanassia suena dulce.

No me esperaba hablar con ella, imaginaba que se iba a tomar mucho más tiempo para pensar y luego de, no lo sé, tal vez uno o dos días, aparecería frente a mí con la intención de hablar.

No me gire, tenía miedo de enfrentarla y que decidiera poner fin a todo, seguí con la vista en las teclas del piano frente a mí.

-No conocía este lugar -Habló cuando se dio cuenta de que yo no lo haría-, es hermoso.

Miró alrededor. Era hermoso, sí. El salón tenía un piano en el medio del lugar, luego estaba todo vacío, con ventanales enormes que llegaban al techo, un techo que dejaba ver el cielo por completo. El lugar lo había mandado a construir mi padre como regalo para mi madre, un salón fuera de la mansión, cuyo único propósito era el disfrute de mamá, su salida. Pasaron los años y quedó olvidado, se convirtió en mi salida, mandé a traer el piano que fue un regalo de mi abuela, aquí práctico y escapó de la realidad cada vez que me abrumó.

Ella se acercó a uno de los ventanales, mirando el jardín, el sol iluminaba su cara y resaltaba su belleza. Era como un ángel que se posaba en medio de un paisaje mortal.

No podía ver otra cosa que no fuera ella, me tenía completamente embobado y no me molestaba para nada eso.

-¿Puedo tocar una pieza para usted? -Rompí el silencio que nos rodeaba.

Athanassia se acercó a mí, tomó asiento en el banco donde yo estaba y me miró con ternura, esperando a que yo comenzara a tocar la melodía.

Tenerla a mi lado me ponía nervioso, sentía el corazón latiendo a mil por hora, la respiración se me cortaba y algo en el estómago empezaba a burbujear.

Tomé bocanadas de aire y trate de calmarme.

Solo tocaré una canción, he hecho esto muchas veces, no es nada del otro mundo. Sin embargo, la mujer a mi lado hacía que el momento pareciera de otro mundo.

La miré unos segundos y luego empecé.

Las teclas del piano cedían a mis dedos, una por una fueron sometidas y a cambio de ello entregaron melodías armoniosas, dulces y tranquilas que tuvieron la dicha de ser recibidas por la bella mujer que me acompañaba.

Por unos instantes la mire por el rabillo del ojo y ella se mantuvo con los ojos cerrados y la cabeza levantada, saboreando las notas que se escapaban del instrumento frente a ella.

En silencio degustó la música, mientras que yo la degustaba a ella.

No escuchaba los sonidos provenientes del piano, ya no veía las teclas que mis manos tocaban, solo existía ella.

Mis dedos seguían su cometido con vigor, era como una máquina que seguía tocando a pesar de que mi cabeza se encontraba prestando atención solo a ella.

Era una imagen que nunca iba a sacar de mi cabeza e iba a permanecer allí hasta el día que me tocara morir.

Parecía irreal su belleza, como sacado de la imaginación de un artista, como si el mismísimo creador se hubiera tomado el trabajo de hacerla y romper su estuche para así ser la única bendecida la dicha de ser un ángel, aunque el término ángel le quedará corto.

Poco a poco fui llegando a las notas finales y ella pudo darse cuenta de ello, abrió sus ojos y me miró. Me hice el idiota, mirando el piano, hasta que la última tecla blanca flaqueo y dejó escapar el último sonido, terminando así la canción.

Yo mismo dejé escapar un suspiro antes de mirarla. Ella me esperaba con una expresión de sorpresa y alegría, con una sonrisa radiante, pero que no llegaba a sus ojos. Ojos que me decían que la realidad no era lo que me estaba mostrando.

-Eso fue magnífico -Sonrió aún más pero seguía sin ser real.

Puso sus manos en el piano y una de ellas tocó la mía, con un poco de coraje reunido lo tomé y entrelacé nuestros dedos.

-Espero, de todo corazón, que sea de su agrado ya que para esta pieza usted fue mi musa -Confesé.

No me atrevía a mirarla, las palabras de Blaine seguían frescas en mi mente y no podía pensar con claridad.

De repente unos ojos carmín se cruzaron con los míos, dejándome petrificado al instante.

¿Qué carajos fue eso?

-Sabe, mi Lord… soy muy fan de los dichos -Miré a Athanassia confundido, ¿A qué quería llegar con eso?-, hay uno en particular que es de mis favoritos.

Ella no me miraba a los ojos, seguía mirando el piano con pesar, añoranza. Soltó mi mano y la puso en su regazo.

-De hecho, mi padre fue el primero en comentarme ese dicho.

De golpe sentí como el aire me faltaba, algo me quemaba en el abdomen y empecé a sentir que se escurría un líquido fuera de mí.

Baje la mirada, con miedo. Mi corazón estaba latiendo a mil por hora pero esta vez era por una razón diferente. Llevé mi mano al lugar y la sorpresa tiño mi rostro.

-“Ojo por ojo -Athanassia hizo presión en el puñal que se encontraba en mi abdomen, clavándole más-, diente por diente -La sangre brotaba sin cesar de la herida- y sangre por sangre”.

Ahora sí me miró a los ojos, solo había furia en ellos.

Sacó el puñal con rapidez y el dolor se incrementó. Estaba en shock. No entendía qué era lo que pasaba. Apunto a mi cabeza, sentí el filo en mi frente pero no hice nada para apartarme.

-¿Esto era lo que tenía que hacer para dejar de sufrir? -Pregunté con la voz rasposa.

No se molestó en hablar, solo asintió como respuesta.

Sin esperar más tiempo, tomó fuerza y pasó el puñal por mi frente, acabando así con mi vida.

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