capitulo 3: solo unas horas y ya no te soporto

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Busco una carpeta pero no la encuentro —¡Que me la traigas!— exclama mi jefe desde su oficina.

Gruño. La veo y la tomo, entro a su oficina —toca la puerta— salgo y la toco y no espero respuesta y entro —debes esperar que te diga que pases.

—no estás con nadie y sabía que necesitabas esto.

—¡Solo unas horas y ya no te soporto más!— exclama molesto.

Lo de guapo ya se le quitó. Es un demonio o peor lucifer.

Salgo de su oficina gracias a su grito que me largue, me siento en la silla giratoria.

Sale mi jefe —vamos— me dice sin mirarme.

—¿A dónde?.

—tengo que cerrar la oficina para comer pero si quieres quedarte.

Salgo corriendo.

Entro al elevador y todos me ven de pies a cabeza —si eres la secretaria del jefe deberías estar a la altura.

Ni con unos tacones de 40 cm llego hacer tan alta.

—no das la talla.

—pero si está gorda— susurra/grita a su amiga.

Me quiero bajar.

Al salir veo a Herman viéndome y me sonríe.

—¿Nos vamos?— asiento.

Vamos hasta el estacionamiento y veo a mi jefe. Que bonito día.

—¿Que haces con mi secretaria? ¿No íbamos a comer?— dice sin verme.

Mi teléfono suena —disculpen.

Me alejo de ellos y contesto —¿Aló? Está hablando con Angelina Meyer.

Meyer en realidad es un nombre de hombre pero es nuestro apellido es raro pero cierto.

—soy yo— seguro que estoy más blanca que un fantasma.

—¡A mí no me vuelves a llamar!— digo furiosa.

—pero tenemos que hacerlo.

—¿Para qué? Oh ya sé, quieres que te dé dinero porque tú novio no te lo da ¿Cómo me llamas? Porque hasta donde lo tengo entendido no puedes hablar con la pobre de Angelina.

—Angelina solo quiero...

—me quieres decir ¿Por qué me llamas ahora? Después de tantos años me llamas ahora que casualidad.

—¡Angelina!— dice alterada.

—¡Angelina tú abuela! Muérete si quieres, haz lo que quieras con tu vida pero ¡A mí no me llames para tus errores!.

—pero...— le cuelgo.

Al voltear ellos dos me están viendo fijamente —vayan a comer tranquilos voy a comer sola.

Digo esto y salgo de la empresa. Siempre arruinando mi mañana.

Pero claro la imperfecta, impura, llena de odio soy yo.

Estoy más que resentida. Voy a una cafetería busco un café y un pedazo de torta.

No me como la torta, es para mí esposa. Camino de nuevo a la oficina una hora después, me la pasé paseando para distraer mi mente.

Abro la puerta y veo a Érica hablando con mi jefe —mi amor — besa mi mejilla.

—le traje un pedazo de pastel a mi esposa— besa toda mi cara y solo puedo hacer una mueca —mija ya ¡Párale!— ella ríe como foca y me quita la bolsa.

—ahhh...ya entendí, eres lesbiana— me dice el jefe sonriendo —pero eso no es de pena.

Frunzo el celo —¡Ay mi dios! No le pegues— se mete en medio mi mejor amiga —¡Angelina, por favor!— me reprende.

—no soy lesbiana ¿Y a éste qué? No eres le centro del universo jefecito— camino por su lado y voy a mi escritorio.

Un mensaje me llega.

Buenas tardes creo que es por allá, lamento no poder estar contigo y celebrar como se debe pero sabes que ando de viaje por la empresa.

Me escribe ni mejor amigo.

Tranquilo, no quiero tus fiestas todavía no cumplo 21 a tan solo meses de éste no quiero ir a una discoteca.

Me contesta casi de inmediato.

¿Cómo te va?.

Bueno normal. Trabajo es trabajo.

¿No le has pegado a tu jefe?.

¡Me llamó lesbiana! Casi pero Érica se metió antes que eso pasara.

Que bueno.

Oye debes apoyarme.

Apoyo a tu jefe, el pobre no sabe nada de ti y vienes tú a pegarle, me da hasta lastima.

Cuando regreses de Londres juro que te doy en la cabeza.

Vas hacer que olvide otra vez.

Me río como loca.

Apago mi teléfono y solo puedo reír —¿Ahora, de que sé ríe?— dice mi jefe.

—un mensaje.

—¿Te contestó?— me pregunta Érica.

—el me escribió ¿Por qué?.

—no me quiere hablar — frunce el celo —¿¡Que le hice!?— abre las piernas y sus brazos.

—no me preguntes, no soy tu cerebro.

—por eso quiero el divorcio.

—llevo pidiéndolo desde la llamada pero dale con que te amo, agradece que amo la comida.

—es que si me amas, lo sé muy en el fondo en el huevo dónde debería haber un corazón de hielo ahí está.

—bueno si eso te deja dormir síguelo pensándolo— me encojo de hombros.

—luego me dices que te gustan los hombres, no caes en mis encantos — dice mi jefe a lo que solo puedo reír.

—ella no cae en los encantos ni de un perro, la mujer tiene un corazón de hielo — dice mi mejor amiga molesta.

—son reglas ¿Se acuerda? Usted mismo las puso señor Schneider.

—nadie las cumple.

—prometo ser la primera en hacerlo entonces.

El entra a su oficina —¿Y a ese que le pasó?— dice Herman —te veías alterada y como hablaste con esa persona no te cae bien ¿Estás bien?.

—claro, solo una llamada y ya.

Asiente.

el beso del infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora