22

127 18 0
                                    

Su mirada rojiza fue a mi mano, luego se posó en mi rostro. Las comisuras de mis labios de levantaron ante esto.

Tal vez se deba a que han pasado cinco días desde la última vez lo vi, pero su belleza parece estar brillando aún más hoy, usaba una corbata azul en forma de cinta que estaba atada algo floja sobre su camisa blanca.

El cabello plateado brillante es la seña distintiva indiscutible de este hombre, podría ser distinguido inclusive en medio de las feroces batallas donde las espadas chocan y los gritos resuenan. Incluso en la mitad del jardín del palacio.

Era un hecho que su rostro atractivo y pulcro era el mayor obstáculo de su majestad. Incluso yo que era linda apenas entraba al escalón de "belleza natural".

Observe su hermoso rostro teniendo cuidado de no babear.

Siempre que las mujeres veían el rostro del emperador parecían quedar poseídas y prendadas al instante de su perfección solo para toparse con el impenetrable muro de hierro que presentaba Edrian, una completa pena. Donde se encuentra el punto débil de la gran barrera de este hombre es algo que aun desconozco.

Cuando Edrian sintió mis ojos sobre él inclino ligeramente la cabeza.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

—...Solo que Padre es tan apuesto.

—Nombre—me reprendió.

—Ah, su Majestad.

Tan pronto cometí la equivocación él se apresuró a corregirme, dudo que le agrade el título de padre. Tenía algo más que agregar a mi perfil de Edrian Bellinger.

<<No le gusta el título de padre>>

Pese a eso sigo sin conocer prácticamente nada de Edrian Bellinger, aquello que le agrado u odia, ni siquiera su límite de tolerancia. Eso fue lo que pensé mientras jugaba con su mano que permanecía entre las mías.

El muro que el emperador construía a su alrededor cuando me observaba impasible y el que sostenía cuando miraba a Sol no se veían diferentes ante mis ojos.

¿Ellos aún no estaban comprometidos, cierto? ¡Entonces aun había una posibilidad para mí también!

Con ese pensamiento en mente mi confianza se elevó.

Debo acecharlo hasta encontrar la oportunidad perfecta para atacar. Tranquilamente, con cuidado.

No importaba cuantos muros levantara a su alrededor, contare cada uno hasta el día que finalmente se derrumben. Edrian estaba observando mi rostro, pues debía tener una mirada sospechosa.

Cuando salí de mi ensoñación me topé con el emperador.

—Uh... Pareces estar pensando otra idea extraña.

—Ah, no.

—...Siento que no puedo permitirme bajar la guardia.

No, no hagas eso por favor o todo se volverá un poco más difícil.

Llevo trabajando en ello, he investigado, pero aun así nada funciona. Sonreí lo mejor que pude tratando de parecer inocente.

Obviamente el pareció no creerme.




Desde ese día he estado esperando su visita cada tres días. Edrian es el tipo de hombre que divide demasiado su tiempo.

Llegue algo temprano a nuestra cita y espere. Era una pena, un momento después se deshizo de todos mis males de inmediato, era divertido que pudiera curarme él solo tan deprisa. Era algo que hacía tal vez dos veces por semana o al menos una vez cada tres días.

Técnicas de Seducción de un Algodón de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora