53

118 16 0
                                    


Los soñolientos y nebulosos ojos azul cielo se abrieron lentamente. No sabía por qué el color que siempre había pensado era lindo parecía tan perturbador hoy.

Ylenni parpadeó un momento, y luego giró lentamente a verlo. Su mirada se encontró en el aire. Edrian la llamó tranquilamente, sus ojos se angustiaron con miedo tratando de alcanzar algo lo más aleatoriamente posible

–Princesa

–....

Ylenni, mirándolo con los ojos entreabiertos, se encogió. Por su experiencia, Edrian sabía lo que significaba. Antes de que su cabeza pudiera dar órdenes, su cuerpo reaccionó primero.

Se inclinó hacia adelante sin dudarlo, extendiendo la mano, y no fue difícil sostener un cuerpo delgado medio enterrado en las cubiertas y sábanas. Un brazo delgado se enrolló lentamente alrededor de su cuello, y un pequeño murmullo vino de la mujer a quien había cargado como un niño.

–...un sueño.

–No.

–Bien...

Sintió que Ylenni respiraba con fuerza, con la cara enterrada en su nuca. Se sorprendió, y luego se rio brevemente. Esto era instintivo. Ella trataba de llegar a él desde el día en que la trajeron a Bellinger. Cada vez que podía.

Edrian suspiró superficialmente y la miró.

Ylenni murmuró.

– ¿Soñaste hoy?

–...no.

Y la historia de sus sueños. Edrian cepilló su pelo ligeramente y pidió perdón.

– ¿De qué se trataba?

–...

–Conozco a gente que podía quedar atrapada en sueños, ¿qué viste? –No hubo respuesta de Ylenni–. ¿No quieres decírmelo?

Edrian miró hacia otro lado para ver su expresión, y cuando vio su cara de sueño, se dio cuenta de que no estaba completamente distraída.

Ylenni murmuró lentamente.

–Es mala.

–...

–Es realmente mala...

Edrian se rio brevemente.

– ¿Qué hice para ponerte tan triste?

–... –Era una voz débil que pronto se apagaría–. Has estado... esto es por tu prometida...

Sus manos se detuvieron, barriendo lentamente su cabello y su espalda.

¿Prometida?

Y Edrian pensó rápidamente: le había dicho que Sol era una futura nominación para su compromiso. Oyó un suspiro y tono gruñón.

Estaba claro a quién se refería.

Sol Veland.

El nombre de la mujer que ya había prendido fuego a su ira salió de nuevo.

La hizo ver así.

Era el fin de la sospecha, y ciertamente ya estaba cerca de la condena. Edrian contuvo el gemido, apenas conteniendo la divinidad de su afilada ira. Pero oyó una voz firme y ruda.

–Pero... Su Majestad... dices que la amarás...

En algún lugar dentro de él, le molestó. Esta vez Edrian fue quien gimió con un suspiro.

–Lo siento.

–....

–No hablaba en serio.

Técnicas de Seducción de un Algodón de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora