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—No estoy seguro de sí quieres regresar a Evorin.

Hoy estábamos bebiendo té, él parecía estar más relajado. En realidad, no se mucho sobre este hombre, pero es guapo, tranquilo y elegante.

Bajé mi barbilla y pregunté de forma desinteresada.

—Si no quisiera regresar ¿Me haría volver? — pregunto.

—No sé porque no querrías hacerlo—contesto— ¿Qué acaso no Evorin tiene un sacerdote de Arus? ¿Eso no resuelve el problema?

—No, más bien encontré muy poca esperanza en ese hecho.

Sus ojos brillaban.

— ¿Qué? —Pregunto — ¿Cuál es la razón? ¿Por qué es mejor Bellinger que Evorin?

Mis expectativas y esperanzas se fueron y crecieron de vuelta rápidamente.

Él se levantó.

—Si hay una buena razón—me apresure— ¿No es suficiente? ¡Entonces puedo hacer cien más!

Lo miré con ojos brillantes.

Sin embargo, Edrian Bellinger seguía siendo un muro de hierro impenetrable, su defensa era absoluta así que no cedió.

La respuesta que me dio fue baja.

—No deberías tener pensamientos extraños.

— ¿Ah no?

— ¿Tiene algo de bueno permanecer en tierras extranjeras lejos su familia?

—No.

Sin embargo, ya estaba acostumbrándome a estas paredes de hierro.

Cuando me enfrentaba a este chico, tenía que poner un cojín resistente en mi trasero. Por ende, ya no dolían sus rechazos.

—En algún momento, ¿Puede concederme por lo menos una esperanza?

—Ya es suficiente—. Dijo Edrian como si el tema no existiera — ¿Es hora del almuerzo?

Solo pretendí mirarlo con calma, al final no conseguí una respuesta satisfactoria, ¡Pero era suficiente! Por una vez mantuve la boca cerrada. No importa cuán familiarizada estaba ahora a sus rechazos si seguía presionándolo así tan pronto el acuerdo estuviera hecho me mandaría de vuelta a Evorin sin pensarlo.

Desde hace algunos días empecé a buscar alguna oportunidad de acercarme, aun no estaba todo perdido. Me encontraba algo deprimida porque sentía que no sería suficiente. Sin dejar notarlo sonreí maravillosamente para cambiar el tema.

Luego, por un momento Edrian pareció darme la abertura de sus barreras que tanto esperaba. Coloque los brazos sobre la mesa y me acerque más a ella antes de preguntar.

— ¿No está muy ocupado hoy, su Majestad?

—He acabado con todo el trabajo del día—Edrian respondió lentamente.

—Bueno, ¿Entonces podrá permanecer conmigo hoy?

Estos encuentros que suceden cada tres días no suelen limitarse a media hora, de hecho, ahora me encuentro con Edrian, aunque solo tarde cinco minutos en recuperarme por completo.

Cuando nos reunimos por primera vez tuve la triste sensación de que treinta minutos cada pocos días no sería suficiente para averiguar cómo conquistarlo. Edrian me observo un momento con expresión extraña, parecía que sus ojos rojizos buscaban algo.

— ¿A la Princesa le complacería eso? —Preguntó en voz baja.

— ¡Sí! —Asentí sin dudarlo. Luego sonreí ampliamente y agregué —Por favor, tómame de las manos ¡Abrázame!

Técnicas de Seducción de un Algodón de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora