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Las doncellas que me cuidaron en el palacio Belly salieron a verme.

–Estas...

Después de un largo tiempo vi a Marianne de nuevo, estaba roja y me acerqué a ella sin abrazarla.

– ¿Dijeron que estabas enferma? ¿Ya estas mejor?

–No pensé que volviera a escuchar a la princesa –lloró Marianne–, le juro que yo no envié a Leria ese día...

Leria. Mi cuerpo tembló al oír su nombre. Pobre Leria, mi doncella que fue asesinada por Sol. Se dijo que fue al palacio del emperador el mismo día que Marianne enfermó.

–... no es culpa de Marie.

Suspiré junto con Marianne. Se dijo que el cuerpo de Leria desapareció en las llamas de la purificación el día que Edrian purificó todo el palacio. Se dice que se quemó sin dejar ningún rastro.

–Seguramente, fue a un buen lugar.

Quería creer eso, era mejor que pesar en que fue arrastrada al infierno como una muñeca viviente. Espero que haya ido a un buen lugar, ciertamente.

No fue su culpa, comencé a pensar sobre Leria. El sentimiento que me dio cuando ella sujeto mi cuerpo y dio su magia, quitándome todo el calor de mi cuerpo.

Fue manipulada por Sol, pero era el rostro de Leria después de todo. Probablemente esa imagen se vuelva una pesadilla.

–Nos veremos pronto, quizá en algunos años...

–Va a...

Me solté de los brazos de Marianne con una sonrisa. Thiago era el último en la procesión de despedida.

–Ten cuidado en tu regreso...

Thiago estaba sin palabras. Parecía estar nervioso, sus labios estaban abriéndose y cerrándose como si tratara de decir algo. Sabía que estaba dudando, sonreí y mire a Thiago.

–Dios...

–Yo, lo que vi esa vez princesa...

La vez que salí de mi cuerpo.

Thiago fue el único que vio propiamente mi alma.

No le conté a Edrian mucho de eso. Ahora que lo pienso, quizá solo Thiago fue el único capaz de verme porque tenía una de las mayores divinidades del mundo. Me sentí aliviada que no fuera Edrian quien me vio esa vez. ¿Cuantos suspiros de alivio exhale desde ese día?

–... estoy bien, tranquilo...

–Claro... –Thiago me miró con ojos complicados.

Me acerqué a él y baje el sonido de mi voz para que solo él me oyera.

–Sobre lo que vi ese día...

– ¿Le dijiste a alguien?

–Rezo a Arus todas las noches, para traiga su castigo al temple de Barishad por no poder detenerlo.

No sabía que tan aterrador debió haber sido. Reí levemente, mirándolo

El buen sacerdote no sabrá nunca la realidad, pero ahora que sostengo al dios a quien ora, vi al pequeño lobo quien tranquilamente estaba en mis brazos sonriendo.

[No voy a castigarte, no hiciste nada]

–Jajaja, Larry. ¡Te lanzaré si les haces algo! –dije amigablemente.

EL pequeño lobo se removió.

Arus pareció estar sorprendido ante mis palabras.

[Qué acabas de decirme. Que impaciente]

Técnicas de Seducción de un Algodón de AzúcarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora