Capítulo 17.-Jardín del Edén.

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Quebrarme un tobillo no era un dolor nuevo para mí, me había pasado varias veces de niña y adolescente, a mi hermano le encantaba empujarme en las escaleras, jugando, o del sofá, o de la cama, o de cualquier lugar que estuviera a unos centímetros ...

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Quebrarme un tobillo no era un dolor nuevo para mí, me había pasado varias veces de niña y adolescente, a mi hermano le encantaba empujarme en las escaleras, jugando, o del sofá, o de la cama, o de cualquier lugar que estuviera a unos centímetros del suelo. A veces pasaba días con ese dolor, que volvía mi pie completamente morado, hasta que mi madre me llevaba al médico, a escondidas de mi padre, que creía que simplemente me curaba por obra de Dios. Sé que mi hermano no lo hacía por maldad, sino que había visto tantas veces a mi padre hacerme vilezas que asumió que era lo normal.

Al llegar a emergencias, me dijeron que no me lo había quebrado, simplemente era un ligero esguince. Me lo vendaron, me dieron un poco de medicamento para el dolor y me dieron instrucciones de no caminar mucho, no correr y ponerlo en hielo, fue bastante rápido, aunque había bastante gente, lo cuál me sorprendió, pues no creí normal que en año nuevo hubiesen tantos accidentes. Al salir del hospital, no supe a dónde ir, si hubiese estado en la ciudad, habría ido a mi casa, pero estaba en un lugar completamente desconocido, sin dinero, ni lugar en dónde quedarme, decidí caminar a la playa más cercana, tranquilizarme; me senté durante un buen rato sobre la arena, mirando el amanecer, disfrutándolo, después tuve que tragarme el orgullo, subir a un taxi e ir a casa de los padres de Dorian, en donde al llegar salí inmediatamente para poder ir a recoger dinero y pagarle al taxista, chocándome con el padre de Dorian, que se encontraba caminando hacia la cocina, lo saludé cordialmente y él frunció el ceño al verme, confundido. Cuando bajé y pagué al taxista, regresé a la casa y me encontré con el padre de Dorian, mirándome, serio.

—Todos te están buscando— anunció, mientras bebía una taza de café.

—Necesitaba estar sola— comenté.

—Dorian estaba muy preocupado. Brianna casi se infarta, ni hablar de Amanda, que empezó a llorar, pensando que te perderías.

—Lo siento, yo...

—Sé que eres joven, y crees que puedes hacer este tipo de cosas sin afectar a nadie con la falsa idea de "Es mi vida, además, no estoy matando ni afectando a nadie" bueno, quizá con tu antigua familia eso no pasaba, quizá no les importabas, quizá no te querían, pero aquí eres querida. Mis nietos..., ellos te aprecian, sabes escucharlos, no como alguien escucha a los niños, con cierto desdén y superioridad, sino como si fueran adultos, seres iguales, con emociones y pensamientos... salieron con su abuela a buscarte en lugares en los que podrías estar. No puedes simplemente desaparecer, como si no pasara nada, como si a nadie le importaras, porque a Dorian, a Brianna, incluso a Margot y a todos los demás, les importas. 

—Lo lamento, es que... discutí con Dorian y... él es algo cruel a veces, no sé, quizá soy yo la sensible, pero a veces me hace estallar de ira y a veces llorar a mares y de la misma medida tan superlativa en la que lo amo, eso se me puede regresar en emociones malas. Se transforma.

Asintió, pensando que decir, acomodando sus ideas, siendo idéntico a Dorian en ese aspecto, mirando al techo, como si viera las respuestas ahí.

—Sé que Dorian puede llegar a ser cruel, pero es bueno, y te ama. No ese amor que es del común, de la clase de amor que se confunde con el querer, él de verdad, de verdad, te ama, y me parece que no va a cambiar de opinión ni hoy, ni mañana, ni nunca. Tienes que resolver eso, porque si tú no lo amas, él...

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora