Capítulo 29.- Ana y el Presque Vu.

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Dorian

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Dorian.

"La dicha que me diste y me quitaste debe ser borrada; lo que era todo tiene que ser nada"


Margot y yo nos conocimos en la facultad de Derecho, ella y yo nos detestábamos al inicio, ambos competíamos por ser los mejores de la clase, ella siempre sacaba mejores notas, o respondía primero en las preguntas de los profesores y eso me frustraba a la par de que me encantaba, nunca me había sentido tan amenazado por alguien, pero he de admitir que lo que más me gustaba de ella era su físico, era la mujer perfecta, según la veía yo a los 18 años; Guapa, preciosa, alta, delgada, pelirroja, blanca, graciosa e inteligente.

Una noche, en una fiesta, ella se acercó a hablarme de la nada, hablamos por horas; Nunca me había sentido tan profundamente conectado con una persona, éramos prácticamente iguales, ambos criados en familias respetables y de buen estatus, ambos con las expectativas por las nubes y sueños y metas, ambos atractivos y encantadores. Parecía que habíamos nacido para estar juntos. Nos hicimos novios en muy poco tiempo, pasábamos todos los días juntos, en la facultad, en nuestros descansos, por las tardes y noches, era normal regalarnos cosas caras y despilfarrar el dinero de nuestros padres, íbamos a todas las fiestas a las que pudiésemos ir, probábamos tantas drogas como pudiésemos probar, nos besábamos cada que podíamos, viajábamos casi todos los fines de semana y vacaciones con nuestro grupo de amigos como si fuera poca cosa, siempre íbamos a un lugar diferente, nuestras familias nos adoraban juntos y por separado. Todo era perfecto.

Ella incluso fue la que me regaló a Oz en una navidad a los 24 años, yo casi lloré de emoción. Pensé que la amaba, pensé que el amor era esa estabilidad y confianza que teníamos, nunca antes había estado enamorado de verdad, la quería mucho, nos divertíamos, nos apoyábamos, eso debía ser amor, pensaba, y si no lo era, no importaba, porque yo era feliz aún así.

Entonces le pedí matrimonio, le mentí a Ana cuando dije que Margot había sido quien me había orillado a pedírselo y yo había cedido, fui yo quien lo hizo, que se arrodilló frente a toda nuestra familia y ella aceptó divertida y presumiendo el anillo emocionada. Sugerí ser yo mismo quien organizara la boda, o hacerlo juntos, pero ella se negó alegando que yo tenía que concentrarme en mis estudios, le dije que ella también estaba estudiando y que podíamos dividirnos la organización, pero viéndolo desde el futuro era obvio que ella se había adelantado para organizar la boda y había conocido a Verónica en el proceso y tenía miedo de que yo notara algo raro entre ambas.

Cuando admitió que me estaba engañando me quedé en shock, el hecho de que fuese con una mujer me deprimió de sobremanera, habría hervido de rabia si hubiese sido un hombre, pero el mero hecho de que todo lo nuestro hubiese sido una mentira, que nunca llegó a amarme, que quizá nunca me deseó o me quiso de la forma en la que yo la quise, que había siempre una muralla entre nosotros y nunca la llegué a conocer del todo, que nunca noté que cuando nos hablamos por primera vez en aquella fiesta, ella se había acercado a mí no por un acto aleatorio, sino porque una noche antes se había besado con una de sus amigas y se había asustado tanto de lo mucho que le había gustado que tenía que reafirmar ante ella y el mundo, y en especial su amiga, que no era lo que de verdad era, que ese beso fue producto de una noche loca de alcohol, no porque le gustasen las chicas.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora