Capítulo 12.- Anatema.

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No puedo engañarme a mí misma, ni fingir que no sabía con quién y en qué me estaba metiendo

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No puedo engañarme a mí misma, ni fingir que no sabía con quién y en qué me estaba metiendo. Acababa de ingresar a un cielo envenenado y falaz, era mi decisión si mantenerme en él y respirar ese aire viciado y lleno de un deseo casi tóxico, de esos que te destruyen, o seguir ahí y aceptar que ya no habría vuelta atrás. Y decidí lo segundo.

Dorian se disculpó mientras se vestía, me dijo que había sido fantástico, pero que tenía que regresar al trabajo. 

—Tengo una reunión con una señora cincuentona que desea divorciarse y quedarse con la mitad de todo lo de su esposo— me dijo y yo no supe qué decir—Bueno, te veo a las 7—me besó, suave, despacio y se fue.

Dorian no era una persona real hasta que pasó eso, no hacíamos más que juguetear, él se paseaba al lado de mí y yo al lado de él, no habíamos hecho sino cruzarnos, dejando con nuestro paso ese sentimiento desesperado de frustración que nace del deseo no resuelto. De la belleza.

Tuve miedo cuando volví a casa, Dorian me pidió perdón por no poder cruzarnos en ese camino, me lo dijo por mensaje de WhatsApp, una herramienta de comunicación que no habíamos utilizado hasta ése día:

Dorian.

En línea.

Ana, no podré cumplir nuestro "cruce" cuando regreses a tu casa mientras yo paseo a Oz, la junta se extendió. La señora no deja de despotricar contra su esposo, ¿Cómo podré hacerle saber que lo único que tengo en la cabeza son tus besos?

Mi corazón empezó a volverse loco con ese mensaje, era evidente que yo mezclaba las cosas, a mí no me habían enseñado a ver el mundo en matices sino en blanco o negro. No podía ver ese tipo de cosas, estaba mutilada, no podía concebir una relación en donde él me mandaba esos mensajes o me besara de esa manera y no hubiese ningún amor detrás.

Dorian era un caballero, educado, amable, amoroso, sensible, claro, eso no lo niego, pero para pintar líneas era bastante falto de talento, te decía "Sólo quiero ser tu amigo" y después te mandaba ese tipo de cosas que hacían que tu corazón no supiera qué carajo decidir y cayese en un abismo del que no iba a salir nunca jamás.

El fuego de esos besos, de esa sesión tan pasional e intensa, fulgía a mi alrededor como una especie de aura imposible de dejar atrás en cuanto entré a casa. No pude dejarla en el recibidor, no creí que alguien pudiese ver ese halo de colores que me rodeaba entera. 

Todo estaba demasiado quieto para ser natural, no había nadie en la sala, ni en la cocina, hasta que mis padres llegaron, junto a mi hermano, que me miró como advirtiéndome algo, no logré ver cuál era la urgencia en su mirada, así que lo obvié. Miré a mi padre, pensando si podría ver la perfidia y el pecado en mi mirada, pero no parecía notar nada hasta que me soltó una bofetada garrafal y señaló mi habitación. 

—Lárgate de mi casa.

 —¿Por qué?— pregunté, extrañada.

—¿¡Crees que no sé lo que haces!? ¡La señora Ramírez te ha visto hoy en la calle! Un hombre te ha agarrado como si de una ramera se tratase, me lo ha dicho. No te mato porque no vales la pena ni para eso, sólo lárgate, infiel, ramera, puta— me estrelló contra la pared.

La ira de Dios había caído sobre mí, la misma con la que había destruido ciudades enteras y familias y personas. Me sentí indefensa y vulgar, como si mi vida no me perteneciera en realidad. Mi vida no era mía hasta esa noche.

Toda mi vida siempre había estado llena de agujeros de silencio, que crecía poco a poco, censurándolo todo poco a poco entre más crecía y entendía el mundo por mi cuenta, y de pronto..., sobrepasó su propio margen y estalló en un acto infame. Me levanté, temblando de dolor e ira y empecé a gritar, solté todo lo que pensé y no pensaba, todo por lo que lo odiaba, todo el daño y la putrefacción que había estando estancándose dentro de mí salió en un estallido colérico.

—¡LÁRGATE YA!—gritó, rojo de ira y yo sonreí.

—Gracias a Dios que me voy de éste puto infierno, ese sí que es un verdadero milagro. Y papá, no importa cuánto reces o cuánto creas en Dios, nunca irás al cielo, nunca serás perdonado, no lo mereces al igual que no mereces nada de amor ni de cosas buenas, por eso eres tan miserable— escupí y me encerré en mi habitación, para hacer mis maletas.

Tuve que dejar muchísimas cosas, pero lo alcancé a rescatar fue suficiente. No quería conservar más allá de lo necesario, quería quemarlo todo, deshacerme de todo. Tuve que pedirle asilo a Ofelia, que me recibió emocionada y totalmente feliz de que al fin hubiera salido de esa casita del horror, como ella la llamaba.

—Te deberías llamar Ana-tema, desterr-Ana — se burló Ofelia mientras comía palomitas y bebía cerveza, yo bebí de la mía y sonreí con todas mis fuerzas.

—Que juego de palabras tan acertado, te quiero mucho— jadeé casi llorando pero de alegría, ella hizo una mueca y saltó para abrazarme.

—Para eso estamos, Anatema. Tú y yo juntas, eso nadie nunca nadie nos lo quitará, ¿me oíste? Lo tuyo y lo mío es una simbiosis y no importa qué sientas ahora, pasará, el dolor no es eterno. 

—Tú y yo contra el mundo— dije para después abrazarla.

—Tú y yo contra el mundo— dije para después abrazarla

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Voten, comenten y esas madres <3

les ahorro la búsqueda de google, las tkm:

ANATEMA: Era una sentencia mediante la cual se expulsaba a un del seno de la sociedad religiosa; era una pena aún más grave que la porque el individuo era desterrado y a su vez era maldecido.

Estar formalmente separado,Desterrado, exiliado, incomunicado oInnominado, a veces malinterpretado con el significado de maldito.


ETERNAMENTE AGRADECIDA,

Mariana.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora