Capítulo 33.- Esmeralda.

612 42 35
                                    

Holden

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Holden.

Cuando Ana desapareció de ese jardín yo nunca había estado más seguro de una cosa;  No habría más vida sin ella.

Me desgarré desde dentro, ella metió su deliciosa mano cálida al agujero gigante en mi pecho, sacó lo que quedaba de mi corazón y no se lo llevó consigo, ni siquiera como recuerdo, para guardarlo en una caja junto a mis cartas y verlo palpitar de vez en cuando, me negó esa dicha, no me besó, ni me permitió abrazarla. Dejó mi corazón, moribundo, en mis manos, y después se giró y caminó lejos de mí, quise seguirla y rogarle a besarme o abrazarme por última vez, pero supe de inmediato que no era correcto.

Yo merecía un abrazo, un beso, una mirada, algo a lo que sostenerme, ¿Qué le costaba dármelo? Ana era millonaria al lado mío, que moría de hambre por aunque sea una mirada, ¿Qué le costaba regalarme un beso? ¿Por qué era tan avara? ¿Por qué me castigaba de esa forma?

Llevaba horas sentado en esa banca, no había desayunado ni comido ni nada, los calmantes que me dio me hacían estar soñoliento, me sentía mareado y desolado en cuanto me levanté para seguirla, entonces me sentí terriblemente desorientado en cuanto caminé hacia ella y noté de golpe que ya era de noche.

¿Qué había pasado? ¿A caso me la había imaginado? ¿Todo había sido mentira?

Corrí hasta la calle y no había rastro suyo, miré mi reloj; eran las 10 pm. Subí en mi auto, con el cuerpo adolorido y conduje a máxima velocidad hasta el departamento en el que vivía con Dorian, ya nada importaba.

¿Qué más daba? pensé, la había perdido para siempre, y él iba a tenerla para siempre, él merecía este dolor, no yo, yo merecía que Ana aceptara casarse conmigo, no él. Lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba. 

Yo había perdido todo por su culpa, perdí a Ana, a Ofelia, ahora incluso a mi padre. Él provocó todo, si él estuviese muerto, Ana estaría tan desolada que se conformaría conmigo, incluso Ofelia podría aceptarme, mi padre quizá me respetaría si simplemente disparase en su pecho y lo hiciera desaparecer por siempre del mundo.

Ana. 

Ana.

Ana.

¿Cómo podría hacerle creer que no fui yo quien lo mató? Es demasiado inteligente, ella nota la maldad en mí, nunca nadie ha sido tan consciente de mi vileza como lo ha sido ella. Sabría que fui yo, además, ahora es demasiado pronto como para hacerlo, el primer sospechoso sería yo. 

No puedo permitirme esperar a que Dorian muera de causas naturales, es más joven que yo, quizá hasta más sano. Tampoco podría envenenarlo, no tengo acceso a su comida, Dios mío, ¿Qué estoy pensando? ¿Por qué estoy pensando esto? ¿En qué clase de monstruo me he convertido? ¿Qué estoy haciendo?

Nunca podría matar a nadie, ni siquiera a Dorian, y si lo hiciera en un arrebato de ira, Ana sabría que fui yo quien le quitó de las manos al amor de su vida, todo resultaría contraproducente, Ana me odiaría, y ésta vez de verdad. Nunca me perdonaría el haberle hecho algo así, ella jamás podría encontrar consuelo, ni siquiera han tenido hijos, no podría verterse en ellos ni llenar ese dolor eterno con un bebé suyo y de él. Y si no se enterase del asesinato, lo más seguro es que tampoco volviese a mí, estaría devastada, vestiría de negro hasta el día de su muerte, incluso ella misma podría suicidarse para seguirlo a él en la otra vida, ¿Y qué haría yo sin ella? 

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora