Capítulo 28.-Lázaro.

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"Tuvieron que llamarme una y otra vez, 

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"Tuvieron que llamarme una y otra vez, 

que arrancarme uno a uno los gusanos, como perlas pringosas

Morir es un arte, como todo.

Yo lo hago excepcionalmente bien.

Tan bien, que parece un infierno.

Tan bien, que parece de veras.

(...)

Herr Dios, Herr Lucifer, 

tengan cuidado, 

tengan cuidado.

De las cenizas

con el cabello rojo me levanto

y me como a los hombres como aire"

-Lady Lazarus, Sylvia Plath.

Como Lázaro en la biblia, resucité;  abrí los ojos con rapidez y pánico y a la primera persona que vi fue a un paramédico reanimándome, hablándome, y a otras personas mirándome mientras el mundo lucía borroso y me sacaban del hotel en una camilla. Y lo próximo que supe es que estaba en el hospital, con Ofelia dormida en un sofá. La cabeza me dolía, la espalda me dolía, el pecho me dolía, los pies me dolían, la garganta me dolía, la carne en general me dolía, pero podía moverlo todo, así que no estaba perdida, y me sentía algo mareada. La habitación estaba llena de flores, peluches y más regalos y globos con un "Mejórate" escrito y yo sólo me sentí peor de lo que ya me sentía.

Miré mis manos por un largo rato, intentando de no ver las flores hasta que Ofelia despertó y corrió hacia mí, para después abrazarme, yo recibí su abrazo con jadeo y sollozo, ambas lloramos por minutos que se sintieron horas.

—No te voy a regañar ni a hacerte sentir culpable, pero en este momento tengo unas enormes ganas de estrangularte por siquiera pensar en atentar contra tu vida y atreverte a dejarme sola en este mundo— soltó—Aunque suene egoísta.

—Perdón, en serio, perdón— jadeé y ella negó con la cabeza, limpiándome las lágrimas con sus dedos y diciendo—Es broma, no es tu culpa y no hiciste nada malo.

—Me siento terriblemente estúpida— admití y ella negó otra vez.

—No lo eres, sólo eres humana y estás deprimida, necesitas ayuda, Ana, y mucha. Cuando Dorian decidió seguirte para resolverlo todo, ya no estabas y se preocupó tanto que me llamó, imagina lo conectado que está a ti, seguro sospechó algo o no sé, alguna especie de conexión le dijo que algo no iba bien. Lo regañé y le grité como nunca, me duele un poco la garganta incluso— dijo—Pero se lo merece, porque es un imbécil y un...

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora