Capítulo 3.- Espinas.

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—¿No durmió, señorita García?— soltó mi jefe y yo traté de dejar de bostezar, avergonzada de que me estuviese preguntando eso, con la obvia intención de humillarme, en una junta

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—¿No durmió, señorita García?— soltó mi jefe y yo traté de dejar de bostezar, avergonzada de que me estuviese preguntando eso, con la obvia intención de humillarme, en una junta.

Todos en la mesa me voltearon a ver y yo bajé la mirada y respondí:

—Sí, lo hice, gracias por preguntar.

—Pues parece que no fue así, lleva en total 10 bostezos a lo largo de la última hora— comentó y algunos rieron un poco.

No estaba en una posición de responderle como deseaba hacerlo, así que no lo hice. Me quedé callada y él ordenó a los demás que siguieran con la junta. La verdad era que no había dormido bien, no pude, ese temor y ese ataque de ayer me lo impidieron, pasé horas observando a Dorian dormir, deseando no salir de esa cama jamás, rogando a Dios o a quien fuese que por favor me reiniciaran, que me dejaran nacer de nuevo pero con otra familia y que me reunieran de nuevo con Dorian en otra vida, en una mejor. Fantaseé con la idea un largo rato hasta que al fin logré dormir un total de 4 horas.

Mi tolerancia para con mi jefe se agotaba cada día más, incluso deseé renunciar una que otra vez, podría volver a mi antiguo trabajo y quedarme ahí por el resto de mis días, hasta que mi espalda se encogiera, mis huesos no dieran más de sí, mis músculos se marchitaran y mi cara se derritiera. Extrañaba de sobremanera a Julieta y sus chismes, al olor por la sección de frutas, a esa tranquilidad que incluso me dejaba leer toda la tarde, a las sonrisas amables de las personas, lo extrañaba tanto y era demasiado bueno comparado con éste trabajo de mierda que, aunque me pagasen muchísimo más, no valía la pena sólo por esa nube negra que me amargaba la vida llamada Holden.

Cuando le conté sobre Holden, el nombre de mi jefe, a Ofelia, ella rápidamente se echó a reír:

—Se llama como el protagonista de El Guardián Entre el Centeno, ¡ningún nombre le quedó tan bien a alguien!, tremendo imbécil misántropo.

No había leído ese libro, Ofelia me dijo que no era necesario pues era pésimo, según ella. Dorian tenía otra opinión, claro:

—Es uno de los mejores libros de la historia, tienes que leerlo sí o sí. Lo vas a amar.

Y me lo prestó. No había podido empezar a leerlo, no tenía tiempo con el trabajo y Dorian, ambos tan exigentes y absorbentes respecto a mi atención, así que dejé el libro en mi mesita de noche y día tras día ganaba más y más polvo. 

Al salir de la junta seguí a mi jefe hasta su oficina, en donde me pidió sentarme. Era una oficina hermosa, elegante, pero sin personalidad, no sentías que nadie pasara la mitad de su día ahí encerrado, era como una fotografía de muebles para oficina, demasiado limpia, ordenada.

—Necesitaré más de ti con lo del proyecto de la junta, así que ambos comeremos aquí durante la hora de la comida, para no perder tiempo.

—¿Nada más hoy?— pregunté, ingenua.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora