Capítulo 21.-Hecatombe.

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Aquí empieza la obra de teatro, la hecatombe, paso a paso, narraré todas las versiones y partes que pueda encontrar, ¿Me siguen?, en esa casa había más habitaciones de las que alguien podría revisar y recorrer a la perfección en unas noches, era g...

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Aquí empieza la obra de teatro, la hecatombe, paso a paso, narraré todas las versiones y partes que pueda encontrar, ¿Me siguen?, en esa casa había más habitaciones de las que alguien podría revisar y recorrer a la perfección en unas noches, era gigante, una herencia milenaria de varias generaciones de la familia de Dorian que había sido renovada recientemente, yo estaba más que segura, con tan sólo ver la casa, que su familia no había sido pobre en ninguna generación pasada, simplemente su sangre nunca había pasado un sólo día de hambre, ni de especial dolor, se podía notar y oler por todas partes. La casa y la familia no estaba manchada por la tragedia y yo era abrumadoramente consciente, en base a la experiencia, de la juventud y el misterio que la riqueza encierra y preserva, de los privilegios y plenitud que da un buen vestuario y una cartera llena, la forma en la que Dorian se expresaba, cómo comía o cómo hablaba, simplemente se sabía, aunque no hablara mucho de ello y se avergonzara de haber nacido en una familia de tan alta alcurnia.

Yo sabía que el hecho de que Dorian estuviera conmigo era extraordinario por sí mismo, digo, no es que ahora me esté menospreciando, simplemente era evidente que yo quizá no era su tipo de amor de su vida o quizá su tipo de chica, digo, en toda esa fiesta no había ninguna persona por encima de la gama del color blanco, sólo otro hombre que reía con otras personas, pero éramos sólo él y yo, nadie más. Cuando Dorian y yo no nos conocíamos, lo veía salir con chicas preciosas, ordinarias y una que otra considerada fea pero que sonreía y reía mucho, lo que las volvía bonitas, no era que Dorian se dejase llevar por las normativas de belleza, simplemente era algo que no podía evitar, había crecido con eso, al igual que yo y todo el mundo, y tan sólo hacía falta ver a Margot para saberlo, ella era, literalmente, la palabra belleza hecha carne; No tenía ningún defecto físico, aunque te empeñaras en buscarlo (créanme, lo intenté por el poco tiempo en el que la odié) simplemente era perfecta, excepto claro, su boca, no podía controlarse al hablar, soltaba lo primero que se le venía a la cabeza, aunque eso pudiese dañar a los demás.

En el enorme salón, estábamos Dorian y yo, él emborrachándose por alguna extraña razón y yo hablando con Ofelia por mensajes, intentando que Dorian no viese la conversación de reojo. La madre de Dorian se encontraba terminando de arreglarse unos pisos más arriba, mirándose al espejo, mientras Margot y ella hablaban de lo que estaba a punto de suceder, lo cuál yo ignoraba desde hacía meses.

Brianna entra a escena, me mira y corre hacia ella gritando de emoción y abrazándome, haciendo que el celular caiga sobre el sofá. Yo, totalmente preocupada de la conversación que estoy teniendo con Ofelia, y por consecuente, Holden, no sea descubierta, la cubro con mi mano y arrastro el celular hacia debajo de los pliegues de mi vestido.

—¡Ese vestido es asombroso, Ana!, ¿Dónde lo has comprado?— preguntó Brianna, maravillándose con la tela y el estampado.

—Me lo regaló mi mejor amiga— respondí y Brianna asintió, sugiriendo que le pregunte a Ofelia la tienda y que se lo diga después, a lo que asiento.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora