Capítulo 36.-De cartas, odio y paz.

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Ofelia

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Ofelia.

Estaba feliz por Ana, en serio lo estaba, me parecía increíble que su vida hubiese mejorado y que no parase de sonreír y llorar de felicidad, era mi hermana, la persona que más amaba en el mundo además de mis padres, y ellos la amaban como una hija, pero aún así, no estaba segura de si era la mejor idea que tuviese tantos acontecimientos de semejante importancia en periodos tan cortos de tiempo; Su embarazo, su primer separación larga de Dorian después de su separación de tres años, y su juicio contra su padre. Nada podía salir bien de esa bomba molotov de emociones, nada, por ello decidí quedarme en el país después de Navidad y Año Nuevo, pues tenía que acompañarla durante el proceso, no podía pasar por todo eso sola, y menos con la posibilidad de que Holden se enterase de todo e hiciera alguna estupidez.

Hablé con Dorian a solas, le dije que no era una buena idea dejar sola a Ana, que podía dejar de ser tan egoísta y estúpido, pero él sólo se cruzó de brazos y se rio entre dientes para después explicar:

—Yo no me quiero ir, es ella la que insistió en que lo hiciera.

—Siento que quiere probarnos algo— murmuré—Convéncela de que te quedes, no puedes irte, no ahora.

—¿Probar qué?

—Que puede, que no es débil; Está ofendida porque tú y yo dijimos que no era una buena idea que se embarazara ahora, y quiere demostrarnos que puede estar bien. No sé qué esperar de eso.

—Puedes confiar en ella, está perfectamente bien.

—¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes, si cada que ella estaba mal te largabas, justo como ahora lo harás? Nunca estuviste a su lado, cuidándola, viéndola en sus momentos más bajos.

—Porque no me lo permitiste— atacó—Me arrebataste esa oportunidad.

Me quedé callada durante un largo rato, tenía razón, no tenía nada que decir contra eso; yo había cometido severos errores, imperdonables, había impedido que Dorian se acercase a Ana en muchísimas ocasiones, pero, ¿Se me puede culpar por ello? Estaba protegiendo a Ana; pensé que lo hacía, al menos.  Todo lo que hice fue con las mejores intenciones posibles, quería alejarla del veneno, y para mí, el veneno era Dorian, tardé en notar que hacía todo lo contrario a ayudar y proteger, totalmente cegada por Holden y sus manipulaciones.

—Él es malo para Ana, por él ella se intentó suicidar, qué coincidencia que cuando vuelven ella se llena de calmantes, qué casualidad que cuando están casi viviendo juntos, pase eso— me decía Holden mientras Dorian estaba en la habitación de hospital de Ana.

Y tenía lógica, pensé que la tenía.

—¿Qué hacen escondidos?— preguntó Ana entrando a la cocina y sonriéndonos. Dorian dejó de cruzarse de brazos y sonrió hacia Ana, después me miró como diciéndome "Cállate, no le digas nada", pero no iba a cometer el mismo error, ya había aprendido la lección.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora