Capítulo 6.- Orfeo y Eurídice.

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Me encontraba leyendo un poco sobre un sofá mullido de la librería, Erica también leía, todo estaba tan tranquilo que me parecía sorprendente

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Me encontraba leyendo un poco sobre un sofá mullido de la librería, Erica también leía, todo estaba tan tranquilo que me parecía sorprendente. El silencio a veces me recordaba a mi familia, por eso no me gustaba estar en silencio, siempre pongo música o hablo para vencerlo, pero ahora me reconfortaba, no me levantaba rápidamente a poner música, aún cuando hacía tanto calor y la verdad es que necesitaba más agua.

Suspiré y, algo mareada por el calor y el silencio, le pregunté a Erica:  

—Cuéntame más cosas de Paulina— le pido, ella se encuentra muy metida leyendo Crimen y Castigo, así que cuando digo eso tarda un poco en responderme.

—Bueno, era el amor de mi vida— cuenta ella y yo asiento divertida.

—Eso lo sé, cuéntame cosas de ella.

—Cuéntame tú del tuyo— dice—Del amor de tu vida, ese tal Oscar.

—¿Quién es Oscar?— pregunto confundida, pensando a qué se refiere hasta que le encuentro sentido y me empiezo a reír—¡Es Dorian!, como el personaje Dorian Gray, no su autor Oscar Wilde.

—Ese, ese— asiente como si yo le hubiera atinado—Cuéntame y yo te cuento.

—Bueno, es altísimo, hermoso, y súper gracioso...

—No eso, eso no me interesa— me sonríe—Cosas reales, cuenta cosas reales.

No sé por qué, pero automáticamente la entiendo, la entendí desde el primer momento, pero decidí contar cosas triviales y físicas como su belleza o su gracia en vez de decir cosas que realmente son él en esencia, porque me duele un poco decir cosas reales. Ella siempre habla de Paulina con un tono de voz aterciopelado y emocionado, le hace mucho bien hablar de ella, pero yo no sentía que aún no lo había superado del todo, así que si me ponía a hablar abiertamente de Dorian seguro me pondría a llorar. Antes me dolía la añoranza en mi pecho, porque era un sentimiento de ansía y anhelo tan real que sentía alguna clase de comezón en las yemas de mis dedos, como si me faltara algo en algún lugar, como si se me hubiese olvidado algo muy importante, como si mi corazón estuviese en otro lugar, con alguien más, siendo cuidado, mientras yo estoy aquí, sin corazón y sin una parte esencial de mí misma tratando de llenar ese hueco con cosas igual de importantes o trascendentes pero que no me llegan a llenar en su totalidad, porque siempre encuentro espacios vacíos en mi pecho, cosas que nadie más podría darme o llenarme más que él  pero esa vez fue como si desde esa vez que hablé con Brianna se me hubiese quitado un peso de encima, un poquito más, y un poquito más, cada día.

—Es increíble— suelto, hecha añicos por el recuerdo de que no está más conmigo—Es la mejor persona que he conocido, la más linda, la más adorable, la más divertida, la más extraordinaria, y definitivamente con más carácter. Conocerlo fue la edad dorada de mi alma, muchas veces llegué a sentir que de verdad no sabía qué más podría llegar a necesitar excepto a él, me hubiese gustado que nuestras vidas transcurriesen al lado del otro, hasta que nos hubiésemos convertido en un mismo ser que supongo que moriría cuando llegue el momento, pero ahora estoy sin él, sin mi mitad, y sé que no habrá nadie más, porque nunca he amado ni amaré a nadie con tanta ternura, hasta las lágrimas y con esa sensación incandescente de resplandor espiritual y trascendente, creo que a los únicos seres que podría amar de esa forma o más serían a mis hijos pero ahora no veo cómo tenerlos. También siento que desde que ya no estamos juntos no sé qué hacer con tanto amor, es un océano, y trato de repartirlo con todos mis seres queridos pero después descubro que queda incluso más dentro de mí y no sé qué hacer con tanto.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora