Capítulo 14.- Ofelia.

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Ofelia

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Ofelia.

Ana me ha pedido que narre un pequeño resumen de lo que pasé tras mi ruptura con Holden, no puedo prometer nada, tampoco es que recuerde muchísimo, sólo dolor, y aún así el dolor siempre se adormece con el tiempo, así que todo esto es una reconstrucción, no tengo tan buena memoria ni soy tan buena recopilando información y describiendo emociones como ella.

Sé que mi presencia ha estado en un vaivén entre lo moral e inmoral y la presencia y la desaparición, como si faltara algo que explicar, también sé que puedo parecer la peor persona del mundo, desde un punto de vista general; sí, lo soy, pero hay algunas cosas que Ana no ha contado porque le he pedido no hacerlo, principalmente para salvaguardar mi privacidad. Si notan huecos, si faltan cosas, si algunas conversaciones sólo se mencionan y pasan levitando en la historia, es por eso mismo, yo le he pedido que ponga sólo lo relevante, lo realmente trascendente para protegerme y a nuestra amistad de los ojos del mundo. No voy a explicar por qué le hablé por primera vez, ni siquiera cuánto la amo, ni mi opinión sobre muchas cosas, porque eso es mío y de ella, sólo nuestro, y si ella quiere compartir su parte está perfecto, pero yo me quiero abstener de dejar todo mi amor destapado, desprotegido y al descubierto como si de una exhibición se tratara; como pueden ver, no tengo personalidad de artista sufrida. 

De un tiempo hacia acá en el que Ana ha estado obsesionada con estas memorias le he dicho que era inútil hacerlo y que a nadie le interesaría esta historia enredada y fallida  sobre nosotros cuatro, unos degenerados y enfermos cuya única persona decente es ella, le dije que si era una especie de terapia después de lo que pasó, estaba bien, pero que no creía que fuese lo correcto abrir nuestros corazones al mundo de esta forma tan brusca, conforme me ha mandado los manuscritos me han estado encantando y he sucumbido ante la idea de contar estas cosas, así que he decidido decirlo casi todo; por el bien del arte, de la historia, de la inmortalidad en las palabras y de ella, así que empecemos:

Estaba plácidamente dormida cuando Holden entró a mi habitación, me despertó suavemente, con susurros y toques educados en la espalda, yo lo pateé para que me dejase dormir, pero poco después abrí los ojos y dije:

—¿Qué?

—Tenemos que hablar—me reí con eso, se los juro, me reí.

—¿Quieres cortar conmigo o esta plática puede continuar por la mañana, cielo?— bromeé pero él no se rio y yo lo miré confundida—¿Por qué no me estás sonriendo?

El sueño se me quitó de inmediato, lo observé mejor, como si estuviese enfocándolo y noté que tenía los ojos rojos, las manos le temblaban, y apestaba a Ana. Todo ese perfume con olor a fresas estaba impregnado en él, ahogándome.

—Dilo ya— ordené, levantándome de la cama y esperando a que me dijese la noticia "Te engañé con Ana, te engañé con tu mejor amiga, por eso huelo así", pero una parte de mí, la parte lógica, sabía que eso era imposible, ella nunca me haría tal cosa, yo sí a ella, pero no ella a mí.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora