Capítulo 24.-Amansada.

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Dorian tuvo que irse, yo no podía soltar su mano, dejar de acariciarle la cara, dejar de mirarle

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Dorian tuvo que irse, yo no podía soltar su mano, dejar de acariciarle la cara, dejar de mirarle. Fue una tortura separarnos, pero la vida requiere que cumplamos con nuestras responsabilidades, así que él regresó a trabajar y yo seguí con mi trabajo. 

En la noche, salí de mi trabajo casi corriendo, estuve a punto de tropezarme con varias personas hasta que vi a Dorian paseando a Oz del otro lado de la calle, lo saludé con una enorme sonrisa y él hizo lo mismo. Mi corazón, Dios, mi corazón. Estaba deslumbrante, aunque parecía un poco cansado y hastiado, su cara brillaba. Crucé la calle y lo abracé, pegando mi cabeza a su pecho, escuchando el roce de mi cabeza y mi cabello contra la tela de su traje, él me rodeó con una mano la cintura y echó una ligera carcajada.

—Tenemos que hablar— me dijo después de un rato, acariciando mi cabello—¿Quieres cenar o algo? Podemos ir a un lugar.

—No, en éste momento lo único que deseo es estar sobre ti, si sabes a lo que me refiero— murmuré divertida—¿De qué quieres hablar?

—De nuestra relación— comentó—Sé que suena aterrador eso de "Tenemos que hablar" pero te juro que no es nada malo.

—No veo por qué sonaría aterrador.

Me miró confundido y echó una carcajada.

—Siempre olvido que eres como una alienígena que no tiene idea de éste tipo de cosas, me gusta— estiró su mano libre frente a mí, como dándome a entender que quería ir conmigo de la mano y yo asentí y entrelacé mi mano con la suya.

Al llegar a su casa, le llamé a Ofelia para avisarle que no llegaría a dormir ésa noche mientras Dorian servía un poco de vino para ambos. Se quitó la corbata y el saco y yo desaté mi cabello de la coleta que me hacía a veces, me senté en el sofá y él me entregó la copa para después sentarse junto a mí. Colgué el teléfono y lo miré con una gran sonrisa.

—¿De qué quieres hablar?— cuestioné.

—Bueno, yo creía que primero beberíamos pero está bien, me gusta que quieras ir al punto— se burló—Me gustas más de lo que deberías, eso es evidente, pero... hay algo que me impide del todo estar contigo, algo que no sé si podré superar tan pronto, créeme, lo que menos deseo es lastimarte, pero no puedo cambiar mi vida de un día a otro, ni mis hábitos, Ana.

—¿Cuánto tiempo necesitas, entonces?—pregunté—Porque no creo que sea como un cáncer que se haya apoderado de cada parte de tu vida, órgano por órgano. Honestamente me parece una excusa para seguir cogiendo con gente por un tiempo hasta que te encasilles conmigo— solté casi sin pensar, lo que provocó que me mirase un poco sorprendido. Quise regresar en el tiempo y borrar lo que había dicho. No sabía qué me pasaba, no podía entender por qué a su lado podía ser así de clara y soltar tales barbaridades, con nadie podía decir lo que pensaba o sentía con tanta claridad como con Ofelia y ahora con él.

—No es eso— aclaró un poco divertido—Hoy mismo, después de lo que pasó en la tarde, quedé con Célia y Sarah el fin de semana para terminar todo lazo con ellas porque he decidido, con toda consciencia de lo que eso significa, estar contigo exclusivamente. Ana, puedo sentir que contigo... contigo puedo llegar a sentir amor verdadero, no sé qué es lo que me hace pensarlo, no sé si el destino nos unió, no sé. Lo único que sé es que si nos embarcamos en una relación, nunca volveremos a ser los mismos y para eso se necesita mucha valentía, la cuál no poseo en este momento, no creo tener esa esperanza ciega como tú. Necesito tiempo, unos días.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora