Capítulo 25.-Imploro.

642 51 6
                                    

Si narrase cómo fue despertar al otro día, quizá empezaría a llorar en éste mismo instante de sólo recordarlo, así que sólo tocaré algunos puntos clave; Desperté, lloré al sólo ser consciente de la realidad y de que la noche tan maravillosa había ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Si narrase cómo fue despertar al otro día, quizá empezaría a llorar en éste mismo instante de sólo recordarlo, así que sólo tocaré algunos puntos clave; Desperté, lloré al sólo ser consciente de la realidad y de que la noche tan maravillosa había llegado a su fin, Dorian me abrazó, pedí que no lo hiciera, hablamos un buen rato del asunto, le dije que abortaría, él me pidió acompañarme y estar a mi lado, me negué, me pidió regresar, me negué, acordamos romper, vociferamos, gritamos, de nuevo, le grité cosas crueles y él me devolvió todo con aún más veneno, cosas que ni hoy me atrevería a decir en voz alta, cosas que no eran ciertas, cosas que simplemente habían sido gritadas con rencor e ira y se deshicieron en el aire, mortificando nuestra existencia, me fui, llegué a mi departamento, Ofelia y Holden estaban ahí, llamando los dos por teléfono. 

Habían estado buscándome toda la noche, habían llamado a Dorian, pero en ningún momento lo vi usar el celular, si hago memoria quizá sí que escuchamos ruidos de su tono de celular, pero lo obviamos. Llamaron a hospitales y morgues, vivieron una noche de espanto, yo pedí perdón pero no quise explicar en dónde había dormido, simplemente me duché y fui a trabajar con Holden, que miraba al frente, en su auto, sin decir nada.

—Sé que estuviste con Dorian— murmura, para después aclararse la garganta—Apestas a él, y a alcohol y... sé que me estoy metiendo en cosas que no me incumben, y sé que soy la segunda opción, y sé que soy intenso estando tras de ti como un loco y obsesivo, que quizá me tengas repulsión por eso, por mi forma de amarte, créeme, yo mismo me repelo a veces. Odio ponerme en esta situación, odio pensar que quizá estuviste con él mientras conmigo no, odio siquiera imaginar que lo quieres más que a mí, odio tanto que me ahogo en eso, pero Ana, por favor, te lo ruego, te pido que si no vas a elegirme, me eches de tu vida, me niegues tu amor, que no vuelvas a mirarme más a los ojos, que me pidas que te suelte, porque estoy trabado y enfermo. Acepta tu desamor, por favor, y moriré de profunda tristeza pero por solemne honestidad, hazme ese favor y no volveré a actuar como un loco enamorado, me alejaré y tú al fin serás feliz con él, te juro que estoy dispuesto a hacer ese sacrificio, te prometo que me casaré con Catalina y volveré a mi manicomio, pero dilo. 

¿Qué iba a decir? Sí, vuelve a tu miseria, déjame, no me toques, nunca te amé, sólo fue una ilusión. Eso es una mentira, claro que lo amaba, pero ese amor era una nimiedad comparado con el coloso de amor por Dorian, eso hasta él lo sabía. Los tres subestimamos la situación y la delegamos a asuntos del corazón, tonterías de triángulos amorosos, pensábamos, pero esta tristeza no era del todo por este asunto, por Dorian y Holden y yo, no, era porque yo venía arrastrando esta tristeza, como un cadáver en mi armario, y de pronto empezaba a oler y a pudrir todo a su alrededor. Sólo que yo no sabía de dónde venía el olor, no pude señalar el verdadero mal hasta algún tiempo después.

—Enséñame a conducir— pedí—Siempre he querido aprender.

—Ana, ¿Escuchaste lo que te dije?— preguntó, molesto, y yo asentí.

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora