Capítulo 35.- Familia.

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Me enteré que estaba embarazada cuando en una clase de la facultad no pude resistir más el olor del cadáver en el que estábamos haciendo una autopsia y empecé a vomitar sin parar

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Me enteré que estaba embarazada cuando en una clase de la facultad no pude resistir más el olor del cadáver en el que estábamos haciendo una autopsia y empecé a vomitar sin parar. La naturaleza de abrir un cadáver era ya costumbre en mí y mis compañeros, simplemente era rutinario, además, a mí nunca me ha dado miedo la sangre o heridas, ni siquiera los muertos, pero esa vez no pude resistirlo más y tuve que dejarlo todo para correr a vomitar a los baños. No pude más de las náuseas y mi profesora me dio la clase libre.

Caminé por los jardines de la facultad, mirando a la gente estudiar o simplemente estar recostados en el césped, descansando de las clases. Me sentía terriblemente sola y mareada, extrañaba de sobremanera a Maya y Julian, ellos estaban en su año de residencia y operaban a gente o curaban, y yo amaba escuchar lo emocionados que estaban con cosas rutinarias, me encantaba verlos felices, incluso les pedía consejos o ayuda de vez en cuando con algunas dudas, pues cada vez la facultad era más difícil. Como ellos vivían una etapa distinta, casi no nos veíamos,  y yo no había conocido nuevos amigos de verdad, hablaba con gente y me reía y me divertía, pero no sentía una conexión real con nadie cercano. Ofelia estaba en Corea del Sur, Julian y Maya con su residencia, Brianna en Los Ángeles, y yo... en esas jardineras tocándome la cabeza e intentando tranquilizar mis náuseas y mi tristeza y añoranza. 

Había intentado hacer nuevos amigos reales, pero no tenía nada en común con nadie, no sabía cómo lo había logrado con Julian y Maya, encontrarlos fue suerte y destino y diariamente agradecía por ello. En una ocasión,  un grupo de chicas y chicos que iba en algunas clases conmigo se acercó a invitarme a una fiesta un viernes y yo tenía justamente una cena en casa de mis suegros ese día, les expliqué la situación, lo entendieron, pero aún así no volvieron a invitarme más, y así me había pasado un par de veces.

Me levanté del césped en cuanto las náuseas pasaron, bebí un poco de agua y caminé hacia mi clase de nuevo, para seguir con la práctica y no perderme ni un segundo más. Mi profesora me permitió ponerme al corriente, y yo agradecí infinitamente. Cuando terminaron mis clases, Dorian me llamó diciéndome que no iría por mí, pues estaba ocupadísimo entrevistando a un par de profesores de mi preparatoria respecto a si no notaron algo extraño en mí; golpes, sangre, signos de maltrato. 

—Tomaré un taxi, entonces— dije tocándome la cara, cansada.

—No, no, mandaré a alguien por ti.

—Tomaré un taxi e iré con Erica, no te molestes ni molestes a nadie, por cierto, ¿Adivina qué?— pregunté ilusionada, quería contarle lo de mis náuseas y que no menstruaba desde hacía ya dos semanas.

—¿Mmm?— preguntó, estaba ocupado, escuché papeles moverse y me quedé callada.

—Olvídalo, te lo diré en casa.

—Dímelo ahora, por favor— dijo.

—No, tienes que estar frente a mí para decírtelo.

—No creo llegar temprano a casa, iré a pedir una consulta a uno de mis ex profesores en la facultad, esto me está rompiendo el cerebro y necesito un poco de ayuda— dijo y yo miré mis manos y asentí—¿Ana?

LOS PECADOS DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora