»Capítulo 3«

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Veinticinco de mayo de 2014.

Las cosas estaban teniendo un rumbo agradable para Evangeline. Llevaba dos semanas de terapia como tratamiento tanto físico como mental. A decir verdad, el que veía mayor resultado era en físico. 

El psicólogo que le habían asignado y especialista era bastante complejo en su trabajo, pero tal parece que Evangeline sentía que la desesperación e impaciencia la invadían cada vez que se esforzaba y ni siquiera una pizca de evidencia dejaban en el recorrido. Incluso sabía que tenía sueños específicos sobre su vida pasada, pero al despertar se esfumaban de inmediato.

Le frustraba no poder saber nada sobre su vida, eso era algo que la perseguía en el pensamiento todos los días; pero, por otro lado, Bruno, Marian y Dougie eran sus únicos amigos, como había dicho el último mientras le enseñaba su colección de tarjetas de los Yankees de Nueva York. 

—Ya verás, cuando llegues a mi casa, voy a presentarte como mi amiga con mis demás amigos. 

La mujer se quedó pensando en lo que dijo este, así que sólo le preguntó inocentemente. 

—¿Soy tu amiga?

Dougie sonrió, mostrando sus infantiles dientes de leche con un diminuto hueco a un costado, en la parte inferior derecha.

—Sí, claro que lo eres. ¿Sabes? Me alegra de que Bruno te haya encontrado.

—¿Por qué?

—Porque te conocí. Eres simpática, Evie.

En ese momento se dio cuenta de que no estaba realmente sola en esto, sino que tenía a los Harkins, los cuales siempre estaban al tanto de su salud. Marian a veces venía en los fines de semana, pero siempre sabía sacar conversación y ayudaba a Evangeline con lo que necesitara; Dougie era el más apegado, ya que siempre estaba enseñándole cosas a la mujer y siempre se mantenía entusiasmado junto con ella; en tanto a Bruno, las cosas eran distintas. Apenas hablaban y a veces incluso cuando estaba presente, prefería tan sólo observar a su hermanito conviviendo junto con ella. 

Mientras estaba acostada, recordando todo eso, sintió entonces de golpe que la cabeza de nuevo le punzaba. Era la primera vez en dos semanas que no sentía aquel dolor, así que se quejó de inmediato y no tardó en llevarse la mano hacia el sitio donde sentía.

Apretó los ojos, sintiendo que su cabeza explotaría en cualquier momento. Intentó inclinarse para tomar el control para llamar a la enfermera, pero el dolor no cesaba y después sólo se dejó caer hacia atrás, apretando sus ojos y tensando cada extremidad del cuerpo al sentir el dolor vibrar en cada fibra de su ser. 

Estaba totalmente sola, además de que no podía ni siquiera alzar la voz para soltar al menos un grito. Estuvo unos segundos así, hasta que muy pronto, la puerta se abrió y el doctor Strange, que tenía la cabeza abajo y examinaba su tabla, elevó la mirada y observó a su paciente retorciéndose en la camilla con las manos en la cabeza y respirando aceleradamente. 

Se acercó, viendo su estado y después llamando a la enfermera a gritos. 

—¡Enfermera, enfermera! —regresó su vista hacia Evangeline, quien abrió sus ojos y parpadeó al ver lo cerca que se encontraba—. ¿Dónde le duele? 

—Me punza. La... —apretó de nuevo los ojos y sólo volvió a quejarse. 

La enfermera llegó y no tardó en ver al doctor examinándole los ojos con una pequeña linterna y observando su estado. 

—Suministre treinta miligramos de morfina —le ordenó a la mujer, así que esta no tardó en preparar la jeringa y suministrarle la dosis que había pedido el doctor. 

𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐢𝐧𝐭𝐨 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞 [𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora