»Capítulo 29«

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Treinta de marzo de 2015.

—¿No ha bajado?

Dougie negó, presionando los labios y observando entristecido el cuenco con cereal que estaba desayunando aquella mañana.

Marian soltó un suspiro y después se sentó en el comedor, justo al lado de Bruno. El mayor de los Harkins observó de nuevo el pasillo.

Fue entonces que tomó la decisión. Se irguió y se encaminó dando zancadas hasta dirigirse por este. Y fue así que anduvo con seguridad, siendo acompañado por su hermano que no lo dudó y lo siguió muy de cerca.

En cuanto estuvieron en la puerta de la habitación de Evangeline, Bruno alzó los nudillos y llamó cuidadosamente.

—¿Evangeline? 

—Quiero estar sola —escuchó el ligero balbuceo ronco de la mujer y entonces presionó los labios en una mueca, observando de reojo a su hermanito.

Ignorando entonces todos los deseos de estar en su propia soledad, los hermanos Harkins entraron a la habitación, provocando que la castaña elevara la mirada y luego sólo observara con los ojos cubiertos de una afligida sensación melancólica a los recién llegados.

—Arriba, por favor —pidió el morocho moviendo las manos.

—Bruno... —intentó alegar, pero no tenía las fuerzas de hacerlo.

—No, Bruno nada. Vas a alzarte de la cama, te cambiarás de ropa e iremos a la biblioteca por un libro prestado y luego a la cafetería a tomar algo, ¿de acuerdo? —no obtuvo respuesta—. Llamaré a Lincoln.

—No, no llames a... —y se alzó de golpe, a la vez que Dougie le tomaba los brazos y la mujer lo empujaba con cuidado—. Douglas...

—Tienes que levantarte, Evie. Vamos, iremos por un helado, reiremos, jugaremos en la cancha o, o si gustas algo que te guste a ti. Algo que te agrade —y pudo percibir un tono angustioso, nostálgico en el niño que logró acongojar el corazón de Evangeline—. Por favor.

Aquello fue suficiente para que se limpiara las secas lágrimas de sus mejillas y se alzara con cuidado, andando hasta su armario mientras Bruno le ayudaba con prepararle un tibio baño en la tina. Sería relajante y, de hecho, lo necesitaba. Desde que había llegado ese día llorando a mares y con los ojos hinchados, la mujer ni siquiera se limitó a bañarse hasta ese momento.

Incluso tuvo que ser sincera con Marian, quien, al día siguiente, mientras le preparaba el desayuno y Evangeline se negaba a comer, las cosas fueron demasiado misteriosas para la intriga que carcomía a la pelirroja. En la comida, por la tarde, Marian le alzó la voz, fue muy autoritaria y entonces se arrepintió al verla comenzar a llorar de nuevo con los hombros tiritándole.

Fue cuando por fin le dijo toda la verdad. Le explicó su relación fallida con Stephen, incluso su primer encuentro, el restaurante, el evento de caridad, sus citas en los cafés y, finalmente, el dichoso viaje que lo arruinó todo. Y Marian, al terminar de escuchar, no pudo hacer otra cosa que estrecharla entre sus brazos, arrullándola y consolándola como alguna vez lo hizo ella.

—Me da tanto gusto verte salir de la habitación —comentó cuando la vislumbró entrando a la cocina, utilizando una chaqueta que posiblemente era de Bruno y entonces le obsequió una carismática sonrisa para intentar subirle los ánimos.

Sin embargo, obtuvo como respuesta una agotada sonrisa.

—¿Saldrán todos? —preguntó a la vez que observaba de reojo la computadora portátil, justo donde trabajaba unos papeles que organizaba en esos momentos.

𝐅𝐚𝐥𝐥 𝐢𝐧𝐭𝐨 𝐲𝐨𝐮𝐫 𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞 [𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora