Capítulo 25: Ir

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Dib Membrana iba a ir detrás de aquél que le acababa de apartar con descuido, cuando, por fin, en una acción que había fortalecido, logró dejar ir a Zim

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Dib Membrana iba a ir detrás de aquél que le acababa de apartar con descuido, cuando, por fin, en una acción que había fortalecido, logró dejar ir a Zim.

Apenas había tomado la perilla de la puerta de su habitación, cuando no pudo soltarla para ir detrás de él.

Incluso el Irken tuvo la consideración de irse y cerrar la puerta, tal vez para demostrar que esta vez no había un querer oculto, no quería que lo siguiera.

El azabache soltó aire, se enderezó, observando la entrada principal con sentimiento de vacío, uno, tan llenador.

Sabía que no se sentía incompleto, pero aún así hacía falta algo.

Ese algo, era Zim.

Pero no es como que fuera un objeto que se consigue y así como se logra poseer se puede perder, ¿o sí? Relaciones raras con personas raras.

A fin de cuentas, nada tuvo que haber resultado así, eran enemigos que se odiaban, uno había querido matar al otro y viceversa, uno era humano y otro un Irken, uno odiaba los contactos físicos, y el otro nunca se le cruzó por la cabeza tales acercamientos con. . . nadie en realidad.

Sucesos inesperados ante un punto de partida inesperado.

Zim había desaparecido seis meses, reapareció, engañó a su enemigo, casi consigue destruir la Tierra, y después de eso pasaron unos meses y. . . una caída.

Nada sucedió, nada pasaba, y nada pasaría. Nada pensado.

Después, de un día para otro, volvieron a pasar cosas, cosas. . . raras. A Dib le comenzó a atraer molestar de nuevo al alienígena, pero, se desvío, lo besó y. . . todo se desbordó, se le salió de las manos y sus acciones ya no se guiaban por el razonamiento del cual siempre se jactó de poseer.

Después de todo, se iba a ir pronto de todas formas.

En realidad no, en realidad Dib nunca se planteó comunicarle que debería estudiar y estudiar, planeaba hacerlo, pero con Zim ahí, o inclusive, tal vez, con una distracción como lo era el Irken ahí, bajaban las posibilidades de ingresar al instituto que su padre había seleccionado sin consentimiento, y. . . simplemente no entrar, elegir por sí mismo.

Ahora no le quedaba alternativa, no había razón para rechazar una oportunidad académica como esa, pero sí muchas para aceptarla.

Zim había hecho lo correcto, ahora seguía él.

[ • ✴️ • ]

Apenas llegó, retiró corajudo sus lentes y peluca, intentando relajarse acariciando sus antenas, pero lo detenía de inmediato causando un segundo sentir en él, la misma erótica sensación que provocaba el humano cuando ejecutaban sus ósculos, puesto que le acariciaba estas extremidades con la intención de causar más en él.

Mordía y frotaba sus manos, haciendo que el terciopelo de sus guantes se malgastara, y, tal fue la incomodidad de la tela maltratada escociendo su piel que los retiró con los dientes, abrazándose a sí mismo, odiaba experimentar ese grado de desesperación y pánico.

Mareos, sudoración, sentir que vas a vomitar a pesar de no haber comido nada, falta de equilibrio, y más importante, saber que puedes calmarlo todo con una simple acción, pero aún así, soportarlo.

Ni siquiera observó a su alrededor cuando entró a su base, escuchó los chillidos de emoción de ambas creaciones Irkianas, pero solamente ordenó "Encierrenme en el crucero de nuevo, hasta que hayan pasado cinco días en Irk"

A pesar de no haberlo escuchado como tal, lo siguieron hacia el segundo piso de la base, y y ahí, sorpresivamente hicieron lo que se les había solicitado — después de abrazarlo por haber estado tanto tiempo lejos, y que éste se los quitara de encima—

Minialce volvió a colocarse la llave, no sin antes volverlo a abrazar junto al pequeño robot, un abrazo que fue medianamente correspondido, se sentía de cierta manera apoyado, ya había perdido mucho tiempo, era momento de poner sus pies en el suelo, su mente en claro, y, su estatus en alto.

Cinco días en el planeta natal del Irken

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