Capítulo 47: Salida

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Eran las cinco con diecisiete de la mañana y seguían en el prado, Dib se había dormido por accidente, más bien, había dormitado apenas

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Eran las cinco con diecisiete de la mañana y seguían en el prado, Dib se había dormido por accidente, más bien, había dormitado apenas.

El viento fresco de la madrugada le había azotado, en especial por no tener su acostumbrado abrigo con él, Zim ya se lo había echado totalmente a su merced.

El azabache lo miró y rio, pasó su mano por su cara y se sentó en el pasto para tratar de despertar mejor.

— Ja, me dormí.

— No me digas — Contestó sarcástico, parecía molesto.

— Uhm. . . perdón Zim.

— ¿Mmh? ¿Por qué? — Le miró con verdadera duda, confundiendo al más alto.

— Pensé que estabas enojado porque me dormí.

— ¿Eh? ¡No! Solo. . . estaba pensando. En lo que se viene. Se siente nuevo — Confesó un poco más sonriente, contagiando al otro.

— ¿Te sientes bien con eso?

— Zim siempre está bien.

— Estar bien no significa precisamente sentirse bien, Zim — Se acercó a él, estaba a su lado, el alienígena alzó una ceja y exhaló, le exasperaba cuando se ponía filosófico, cualquier persona en realidad.

— Ah, bien, sí, me siento. . . listo, me siento bien, completo, ¡como siempre! — Exclamó, pero no tratando de convencerse, sino que sentía que debía sacar ese volátil entusiasmo.

De pronto su sonrisa se desvaneció, parecía haber recordado un imprevisto a plena hora, y vaya que así era.

— ¿Qué pasa?

—. . . Mi. . . Mi nave. Está rota.

— ¡¿Qué?! ¡Pero yo fui a verte días antes y estaba bien!

— ¡Tak la partió hoy humano! La puse como obstáculo y la destrozó — Gruñó con desdén, exhaló tratando de hallar una solución, y por su cabeza solo pasaba una muy, pero muy frustrante, tanto que emitió un quejido raspado — ¡Ni modo! ¡Tak irá afuera! 

— Zim debe haber otra. . . ¡Ya sé! ¡Vamos a mi casa! ¡Ahí tengo la nave de Tak!

— Tak tiene su propia nave idiota.

Dib rodó los ojos.

— ¡Me refiero a la primera nave de Tak! ¡La que usé para ir por mi padre al espacio! — Zim captó el concepto y se levantó contento — ¡Con la que te pateé el trasero alienígena! — Presumió dándole un leve golpe en el hombro.

Zim no se lo tomó bien y le regresó el puñetazo con más fuerza.

— ¡Estaba jugando! ¡No, Zim! — Clamaba dando suspiros de dolor, más como gemidos, sí, su hombro había sanado pero aún dolía muchísimo.

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