Capítulo 24: Daño

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Despertó después de haber pasado una noche en vela con su actual (y único) amante, habían llegado más tarde de la escuela, por, ciertos escándalos en ésta misma, relacionados con la lascivia que exigía ser liberada del Irken, en veces en los momen...

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Despertó después de haber pasado una noche en vela con su actual (y único) amante, habían llegado más tarde de la escuela, por, ciertos escándalos en ésta misma, relacionados con la lascivia que exigía ser liberada del Irken, en veces en los momentos menos oportunos.

Aunque. . . no era la primera vez, siendo la única razón para intentar controlarse la amenaza de cambiarlos de salón y tenerlos vigilados, además de tenerlos separados en el salón de detención.

Y la verdad era, que la condición de Zim no mejoraba la gran cosa, era cierto que se podía mantener muy distraído en algunos días, pero eso no quitaba el hecho que al final de la rotación, lo único que lo motivaba a no irse de esa casa era el sentimiento que le atrapó desde el primer momento de toda esta aventura, sentirse deseado así como aprisionado, dañado a causa de un placer propio, sentirse poseído por otra persona, y más considerando que lo creía un ser inferior, tal vez, lo percibía como una especie de juguete, uno, que le tenía gran favoritismo, a pesar de hacerle daño.

Los labios y cavidad bucal del azabache no resultaban más que un maldito veneno para el de piel verde, uno excitante y adictivo, le lastimaba tanto con sus fluidos, y en sí en un comienzo hirió su ética y orgullo, pero eso ya no importaba, aunque físicamente sí que resultaba contraproducente.

Algo que ya había notado, era que cada día sus labios se tardaban más en regenerarse, ciertamente era un proceso veloz, pero eso no quitaba ciertos hechos.

A diferencia del pronóstico de Dib, no se acostumbraba, sino que día con día que fomentaba sus placeres, ocupaba más minutos de sueño, necesitaba más nutrientes de su pak para poder reparar el tejido de sus labios, y, del cuello, puesto que los ósculos que el contrario proporcionaba cada vez más subían de nivel, ya había embarcado la exploración de su cuello y hombros, siendo tanto más destructivo como más placentero.

Solamente se hacía más daño día con día.

Y Zim no lo notaba.

[ • ✴️ • ]

Otro día empezaba en esta rutina de deterioro. Los ojos color miel subían sus párpados, un poco mas tarde que de costumbre, siendo un día libre de escuela.

Los orbes fucsias del extraterrestre yacían observando al opuesto, casi siempre despertaba así, ya ni le sorprendía o asustaba ver al alienígena con la mirada clavada en él, por el contrario, siempre le hacía burla con ese acto de atención, y, bien Zim no lo negaba, sin embargo prefería solo bufar con arrogancia.

— ¿Quieres hacer algo hoy? — Bostezó el de gran copete mientras se estiraba al lado del de antenas.

Éste último mencionado se levantó en el colchón y se dejó caer en su abdomen cuando el más alto tenía los ojos cerrados, haciéndolo soltar el aire de sus pulmones de pronto.

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