Capítulo 49: Codiciado

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Los primeros seis meses en los que se vio confinado en el espacio con su robot insoportable, fue precisamente eso, insoportable, había aguantado un mes pero los otros cinco se la pasó con dolores de cabeza y nada consciente por elección propia, de...

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Los primeros seis meses en los que se vio confinado en el espacio con su robot insoportable, fue precisamente eso, insoportable, había aguantado un mes pero los otros cinco se la pasó con dolores de cabeza y nada consciente por elección propia, de tanto viajar ya ni el tiempo le pasaba.

Sin embargo en esta ocasión no fue así. 

No podía negar que igual los seis meses no habían sido muy placenteros, pero al menos tuvo unos momentos aguantables, comenzando con reparar a Gir, a quien en muchos momentos hubiera preferido reconstruirlo a casi concluido el viaje, pero le agradecía una sola cosa: que llevara tijeras y una aguja más ancha.

Ya como el robot siempre traía de todo, le sorprendía que después de la pelea con Mimi aún tuviera cosas almacenadas en su cabeza.

Aunque fuera difícil de creer, uno de las mayores habilidades que Zim había desarrollado a lo largo de su vida era la de coser, eran incontables los guantes y uniformes que había roto o destruido en tantos de los desastres que provocaba, que al no tener la atención de sus superiores, reparaba sus prendas él mismo con las ya rotas, logrando recrear los ropajes sin que se notara diferencia, por lo que explicaba porque caminaba tan orgulloso y deslumbrante, si él conocía la verdad de su misma presentación no dejaría que alguien le dijera que se veía mal, su imagen siempre le pareció muy importante.

Ahora volvía a eso y le significaba una nostalgia muy personal, recordaba como en esos momentos, recién regañado y anunciado su próximo castigo no le quedaba más que coser sus ropas, con hilo y aguja que guardaba en sus botas, ya fuera dentro o afuera, almacenando los objetos de la siguiente manera:  cosía innecesariamente el terciopelo del zapato, dejando un hilo suelto, y la aguja atravesaba la piel del calzado, así solo la sacaba y estiraba la cuerda, agradeciendo que sus complementos fueran de color negro y no se notara la costura innecesaria.

Rasgó la gabardina con precisión, para que se malgastara lo menos posible de su preciado objeto.

Tak desde la nave que le quedaba a un lado miraba curiosa.

Ella también estaba viendo a Zim sin cáscara, tanto que este ni se dio cuenta de que lo observaban, no estaba al pendiente de nadie más mientras él estuviera en ese estado de felicidad pura, enseñándole a Gir cómo coser, a pesar de no dejarlo practicar, finalmente lo ayudó a cortar el hilo sobrante, presumiendo unos guantes de ya no terciopelo, pero que a pesar de no combinar con su calzado, lo hacía con todos sus sentimientos y recuerdos, le era hermoso.

Se recostó en el colchón de los asientos e hizo placentero, lo que en su mayoría le dolía, o bueno, una imitación de; cerró los ojos. Y así se pasó gran parte del camino, prácticamente durmiendo, no soñaba, no estaba fuera, pero no sentía el pasar, no como la otra vez, ¡le sentaba genial!, descansó plácido, a pesar de no desconectarse; abriendo los ojos únicamente cuando el aburrimiento de Gir superaba su nula obedecía y debía regañarlo, se convertía mucho peor cuando su adorada creación le apoyaba al proveniente de basura, provocando una cómica escena para algunos, frustrante para el protagonista de esta.

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