Capítulo 36: Divertido

301 44 26
                                    

Llegar de un lugar donde solo te ponen a leer y luego leer en donde se supone sirve para relajarse es algo de lo mas desgastante y aburrido, sin mencionar que significar ser siervo de la horrible y nada piadosa monotonía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegar de un lugar donde solo te ponen a leer y luego leer en donde se supone sirve para relajarse es algo de lo mas desgastante y aburrido, sin mencionar que significar ser siervo de la horrible y nada piadosa monotonía.

No daba gran parte de su esfuerzo a la eskuela, no eran tan necesario, pero tratar de comprender el enorme libro que su padre le había entregado como guía para el examen que se encontraba próximo, era difícil, eran varias materias con muchos más temas en su interior de lo que se podía creer, no sabía qué tantas preguntas vendrían en el mentado examen como para ocupar una guía así de inmensa, confiaba y esperaba en que fuera muy completa. De hecho casi ni tenía espacios entre párrafos, era una lectura seguida. Tenía mínimamente doscientas páginas, tal vez más.

Comprendió lo mucho que le estresaba esta rutina unos pocos días después de apenas haberla comenzado, proclamándose a sí mismo la decisión de tomar un día libre, un solo día libre en lo que restaba de este caótico mes, ahí luego vería con el siguiente mes, y el siguiente y el siguiente, sobrellevar la rutina hasta que aquel temeroso día llegara.

Encendió la lámpara de su habitación, a pesar de restar aún unas cuantas horas de luz solar, su cuarto casi no lograba proyectar tales rayos a su interior. Nunca había notado lo oscura que era su recámara.

Observó la bombilla expectante.

En realidad no quería eso, ¿pasarse lo que restaba de la tarde en su habitación? Hacía eso todos los días de su reciente vida, esa que le estaba costando el forzado entusiasmo que trataba de darle a su día a día.

Exhaló cansado y siguió sus sentires; apagó la bombilla y preparó su mochila con una libreta, algunos útiles por si quisiera escribir en ella y algunas otras cosas que podían servirle de entretenimiento en el exterior.

Volvió a colocarse su gabardina, a pesar de que afuera hiciera cierto grado elevado de temperatura, usarla durante tantos días seguidos a lo largo de su vida sí que lo había hecho acostumbrarse a tales escenarios que muchos calificarían como molestos, aunque su estilo realmente le era algo a que prestar atención.

Salió de su casa y se dirigió hacia donde sus pies le parecían indicar, sin — según él — un rumbo en específico

Terminó, páteticamente conveniente, en la base de Zim.

Alzó mas la mirada, y parecía inconforme con sus sentimientos, terminó en un lugar que se supone debía evitar, ¿verdad?

Estaba consciente de que en realidad debía dejar ir ese recuerdo, pero la verdad. . . es que se sentía ya muy ajeno a toda esa problemática, tal vez, listo, preocupado, consciente, quería pensar que había vuelto a ser juicioso de su realidad.

Y la realidad es, que no sólo extrañaba a Zim, si lo viera lo primero que haría no sería buscar estimularlo, quisiera pasar un día con él, tal vez la próxima vez que lo viera le pediría una cita, sí, posiblemente al cine, ahí hay muchos dulces para él. . . no, de hecho no, Zim era muy ruidoso; el parque nunca le gustó; tal vez. . . otro lugar, quien sabe, esperaba poder verlo antes de que el Irken se fuera con Tak a Irk, bueno, eso suponía que pasaría, la fémina solo había dejado sus palabras para la imaginación, tal vez una muy acertada, pero a fin de cuentas no le explicó ni comentó nada directamente.

Apenas posaba la punta de su zapato por dentro de la valla cuando todos los gnomos voltearon a su dirección, retando con su mirada a que pasara a mas allá de su ubicación actual, a ver si se atrevía.

Ese rango de seguridad nunca había estado presente en la base Irken, seguramente había sido implementado por Tak, incluso había algunos gnomos de más, eso sí era de temer.

Visualizó una roca a lado suyo, tal vez podría idear un disfraz, pero no tendría caso si atacaran objetos inanimados. Lanzó la piedra y vió como la observaron bruscamente, los mas alejados se acercaron a ella, sin embargo no le hicieron daño.

Tuvo una mejor idea. Rebuscó otra piedra, y sosteniendo una hipótesis en su enorme cabeza aventó la roca lo más lejos que la limitación del terreno le permitió, haciendo certera su sospecha, todos se dirigieron a analizar el objeto.

De paso lanzó otra grisácea, aprovechando ya su teoría comprobada, avanzó y trató de abrir la puerta por sí solo, sin embargo, toda su sangría aterrizó a sus pies. No habría.

Entonces trató de tocar no muy escandaloso, confiando en que los gnomos seguirían distraídos, aunque comenzó a escuchar el pastizal moviéndose, se estaban aproximando de nuevo, no, no podría volver a experimentar tales rayos en su cuerpos, además considerando que seguramente  habían sido mejorados de todos lados por Tak, no dudaba que éstos dolerían mucho más que la última vez.

Logró ver durante unos instantes lentos como los gnomos ya cruzaban y volvían a su lugar, cuando decidió ir corriendo a la parte trasera de la casa, sabía que por el ruido y movimiento lo seguirían, pero era ser perseguido por ellos, o morir.
Ya sabrán ustedes cual habría de escoger.

Comenzó a dar vueltas con mas de una docena de adornos de jardín asesinos a sus espaldas, cada que pasaba por la puerta daba un golpe, esperando que ya fuera Gir o Minialce, que va, ¡hasta aceptaría que fuera la severa Tak quien le atendiera! solo quería salir vivo de esta situación.

Pero por dirigir su atención únicamente a la puerta ni notó que dió tres vueltas y la fémina ya se burlaba de él a través de la ventana, incluso si hubiera podido prestar atención se escuchaba tanto la risa de ella como la de ambos esbirros de Zim, quien sabe de donde pero Gir ya hasta había conseguido palomitas, de las cuales Tak tomó algunas, a pesar de ser saladas, de hecho, tenía casi la misma fascinación por lo salado como por lo dulce, es más, hasta Mimi estaba ahí, pero ese UCI no comprendía el sentido del humor.

 — Ustedes qué dicen, ¿ya lo dejo entrar para ver qué quiere?

Justo ese momento Dib la vió.

— ¡¿T-Tak?! — Ésta la saludó risueña.

— Dos vueltas mas y ya — Aconsejó Gir

— ¿Tú qué dices Mimi? — El robot hizo una seña con sus dedos dejando claro el número tres. —  ¿Minialce? - Cuestionó su opinión, del dúo pertenecientes de Zim a esta máquina le agarró cierta estima, no era tan absurdo como su compañero, y lo veía mucho más tierno.

El pequeño animal se posicionó arriba de la cabeza del UCI de Tak.

— Tres vueltas entonces. . . — Sentenció  tomando otro pequeño puño de palomitas, era tan gozante escuchar al humano clamando por mantenerlo afuera, haciendo mas sonoras las carcajadas de la Irken. 

Hacía mucho que no se divertía así.

BasoexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora