Capítulo 45: Sospechas

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Zim iba por las calles a pasos gigantescos, gracias a sus prótesis arácnidas, aunque su cuerpo iba muy quieto a comparación a lo que la simple inercia debería provocar

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Zim iba por las calles a pasos gigantescos, gracias a sus prótesis arácnidas, aunque su cuerpo iba muy quieto a comparación a lo que la simple inercia debería provocar.

Pensaba en lo que le dijo a Tak, o más bien su mente lo repetía aunque no quisiera. Lo tenía y sus palabras rebotaban por toda su cabeza, refutando vez tras vez las frases de Tak, y argumentando aún más las suyas con posibles respuestas que pudo haber dado para no darse a ver tan abiertamente por alguien que odiaba.

Ah, entonces ese era su problema con sus enemigos.

Vio ya cerca al bosque, dónde algo lejos de donde los árboles ya se encrespaban salvajes, estaba un azabache sentado en el pasto, recargando sus brazos en sus rodillas, con la mirada baja.

Éste levantó su mirada y anatomía conforme vio que se acercaba el alienígena.

El viento soplaba leve y Dib vio el desacomodado del uniforme de Zim, producto de la patada que Tak le había proporcionado con enorme fuerza.

La mirada de Dib preguntaba todo antes que su voz.

Zim agachó la cabeza y tomó de su mano, adentrándose al bosque.

— Esto me dolerá hasta mañana — Exclamó justo después de explicar a grandes rasgos su reciente pelea, sin muchos (o nada) detalles.

Tomó su vientre, habían encontrado un buen lugar para descansar, se veía el cielo y había troncos caídos para sentarse

— Espero no sea muy inconveniente

— No, si puedo curar cosas peores en horas, esto no es nada. No es como que me reventó algo, no estaría aquí — Dijo muy risueño, que ganas tenía de ver un caos. — En fin, me dio hasta las seis, me voy a las seis. — Aclaró triunfante

— Sí. . . — Respondió seco, no le estaba viendo, Zim notó como lo ignoró y esto le hizo fruncir el ceño, ¡¿cómo que no estaba recibiendo su atención en las últimas horas que estaría con él?!

Sin esperar a rogarle se posicionó frente a él y sujetó su rostro, obligando a verlo.

— ¿Qué mierda te pasa?

Dib le sonrió preocupado y besó su mano, volviendo a no verlo, observando bajo con una expresión severa y confundida.

—¿Eh? — Repitió sin entender el comportamiento que le desesperaba — ¡¿Te pasa algo o no?!

—. . . Zim vi a mi hermana. — Soltó al fin, tomando aún su enguantada.

— ¿Que no vives con ella? ¿O ya la hartaste?

— Que mi existencia le moleste es de todos los días, pero, me refiero a que la vi ahí, en la eskuela, Zim — Este hizo un quejido de incredulidad y se alejó sorprendido

— ¡Yo no la vi!

— Yo sí, cuando me dijiste que me fuera. Y ella también me vio.

— ¿Pero que haría ella allí?

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