Capítulo 23: Salidas

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Los siguientes días estuvieron considerablemente plagados de salidas que el de gabardina organizaba, nada muy complicado, más que nada se encargaba de  mostrarle a Zim lugares de la ciudad, lugares que él nunca había visitado y Dib sí, lugares que...

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Los siguientes días estuvieron considerablemente plagados de salidas que el de gabardina organizaba, nada muy complicado, más que nada se encargaba de  mostrarle a Zim lugares de la ciudad, lugares que él nunca había visitado y Dib sí, lugares que siempre anheló visitar y que Zim era la compañía perfecta.

Fueron aproximadamente dos semanas en las que se mantuvieron ocupados, de todas maneras.

Era ir a la escuela, salir y hacer lo que más quisieran, podía que simplemente desearan ir al hogar del azabache a descansar o. . . a cumplir caprichos que parecían no desaparecer, aunque sí disminuir, asemejándose mas a un pasatiempo que a una necesidad

Dib le había ofrecido a Zim ir a su base aunque fuera una vez, ya fuera para verificar que todo estuviera en orden, por razones personales o simplemente ir a visitar a sus creaciones, pero éste se negaba rotundamente, argumentando que seguramente cuando lo vieran Gir y Minialce no lo dejarían volver a irse, además de que no quería ver como tendrían su hermosa base.

Algunas veces iban al parque, aunque era de los lugares menos preferidos del Irken, puesto que creía que había siempre mucho ruido y mucha gente que no hacían más que incomodarlo.

Muchas otras veces solían frecuentar el centro comercial, en dónde Dib descubrió la pasión que tenía Zim por los videojuegos, pensando en que le encantaría ver una pelea entre él y su hermana. . . para ver cómo ésta lo derrotaba.

Iban a comer en este mismo edificio, que aunque Zim no consumiera la mayoría de las veces, los pocos puestos de helados aún no se atrevía a abrir por miedo a un nuevo frente frío, dejándolo sin opciones para consumir, aunque aún así, le gustaba mucho acompañarlo y divertirse con cualquier cosa, ya fuera molestarse mutuamente, que Dib escuchara quejas de Zim sobre también cualquier cosa, o, en el mejor de los humores, fueran simples momentos de coquetería.

Dib hacía estas andanzas por varias razones.

Sí, varias.

Quería aún intentar cumplir su primer objetivo que le permitió tal cercanía con el extraterrestre, tratar de curarlo lo suficiente hasta que en su vida pudiera controlar sus impulsos, que, en sorpresa, estaba funcionando de alguna manera, en ciertos puntos no era tanto el desespero que sentía, inclusive había días en que estaba tan distraído que ni se le cruzaba por la mente tener sus acercamientos sino hasta la noche en que ambos ya descansaban en el cuarto del azabache.

Otra, era porque no quería dejar a Zim así como así, todos los días se planteaba en sí era buena idea comentarle que se tendrían que volver a dejar tarde o temprano. Más tarde que temprano.

Cómo última razón, era muy simple, algo que había aceptado desde el día en que casi se le iba; y era que simplemente se había enamorado de él.

Había desarrollado sentimientos por alguien que de a poco su relación se tornó en otros rumbos, alguien que ya ni podía hacer alusión a un trato de enemigos, pero, tampoco de amistad, y tal vez mucho menos noviazgo. Era raro y le resultaba muy dramático además de exagerado ponerle la etiqueta de 'amante', ni que lo fuera realmente. . . aunque en realidad, y todos lo sabemos, sí que lo era.

En fin, retomando el encabezado, ¿Dib Membrana enamorado? ¿De quien había jurado su enemigo a muerte? Que locura, ¿no? Pero, aquel que era el recipiente de tal alocado afecto, ¿qué sentía? ¿acaso todo lo que el azabache hacía por él había logrado tocar su extraño corazón?

La respuesta es que sí, de hecho, mucho antes de que Dib demostrara su interés amoroso con sus salidas, el Irken ya había hecho (o más bien, ignorado) algo que para cualquiera demostraría la atención y devoción que estaba poniendo a su relación.

Zim sólo quería un espléndido momento con el humano, y lo conseguía día con día, se esforzaba por ello.

Desde la segunda vez que el contrario le ofreció volver a pasear comprendió que sería algo cotidiano, llegando a mejorar su comportamiento, tanto en la escuela como en general, temía hacer enojar al azabache y que éste le dejara de hacer caso, si quiera por un día, fue un miedo que inconscientemente adoptó.

Una mañana despertó, y se encontró con bellas joyas, eran los ojos del Irken.

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