Capítulo 11: Arriba

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La ausencia de Zim se volvió recurrente a mediados de semana

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La ausencia de Zim se volvió recurrente a mediados de semana.

Volviendo a ser activa su relación de 'enemigos', regresó la sensación de poco interés a Dib de cuando el contrario faltaba a clases. 

Sin embargo, a final de semana, decidió que iría a averiguar la razón de tal ausencia repetitiva, apoyado en la monotonía del resto de sus días al llegar a casa, y no sólo eso, sino la incomodidad y aire tan pesado que residía cada vez que pisaba inclusive el inicio de su jardín, con Clonbrana atento a cada respiración de 'sus hijos', más específicamente del mayor

Se dirigió por el camino contrario al que siempre tomaba, visualizando ante algunos minutos, la extravagante fortaleza, que se había convertido en su tercer lugar más concurrido en los días.

Siempre precavido, intentó pasar por en medio de los gnomos sin provocarlos, teniendo éxito. Entró directamente sin tocar, y encontró los alrededores casi tan sucios como el fatídico día en que comenzó el asunto del Florpus, con la excepción de que las paredes no estaban rodeadas de experimentos fallidos, sino de cosas tan al azar, o simple suciedad, y también que la gran masa de lactosa no rodeaba a Zim, de hecho, ni estaba Zim.

 Como se había vuelto costumbre cada vez que iba, encontraba al pequeño trozo de hojalata viendo fija y profundamente la pantalla del televisor, como si supiera y a la vez no lo próximo a pasar, lo que pasaba en los mismos instantes y lo que acababa de irse de su vista, era toda una escena ver a Gir sentado frente al televisor.

Este último volteó su atención hacia el recién llegado, articuló una pequeña sonrisa, como cuando escondes algo y te diviertes inocentemente viendo a la otra persona buscando sin cesar. Se acercó hacia el azabache y se le quedó viendo con la misma sonrisa, así durante varios segundos. Dib miraba hacia todos lados, aún siendo muy pequeño a comparación suya, sabía intimidarlo. Cuando estaba dispuesto a romper ese sólido hielo, Gir le indicó que guardara silencio, sabiendo qué preguntaría, continúo en su expresión.

— Está allá arriba, con Minialce — Comentó casi susurrando, emitiendo una leve risa 

—Bien. . . gracias, supongo. — Respondió, caminando unos cuantos pasos al frente, paró, ¿como que 'arriba'? ¡¿Zim tenía doble piso?! ¿y cómo se llegaba a él? Volteó hacia Gir, mostrando su confusión — Y. . . ¿cómo llego a 'arriba'? — Gir volvió a reír 

— Por el techo, o por el laboratorio, o por la ventana, o podemos apuñalar el techo, por donde quieras — Rió pensando en todas las opciones, y en la variedad que había en estas. 

Dib mostró total ingenuidad, había tantas entradas y resulta que en varios años ni se enteró de la segunda plataforma en la fortaleza de Zim, ni recordaba que tuviera ventana además de las dos a lado de la puerta.

— «El laboratorio» implica bajar, ¿verdad? — Gir asintió, y al pensar en lo estrecho que se sentía, prefería descartarlo. —Supongo que es mi turno de entrar por la ventana —Pensó en voz alta, siendo una total afirmación para el pequeño robot. — Me. . . ¿ayudas? — Dudó ante tal pregunta, después de los años, notó que Gir no era el mejor ayudante, y menos cuando planeabas que te llevara a ciertos metros de la tierra, aunque el contrario aceptó muy ansioso.

Salieron a unos par de metros de la puerta en el exterior, Dib dirigió su mirada a una ventana que nunca había tomado con importancia, al grado de ni recordarla.

Pensaba en qué haría Zim allá arriba, no se veía muy interesante ni espaciosos como para tener un segundo laboratorio. Pero su mente pasó a estar totalmente alerta, al sentir a Gir levantar sus pies y posicionarlos arriba de su cabeza, provocando una falta de equilibrio que en más de una ocasión casi resulta en una caída. Afortunadamente eso sólo duró unos pocos instantes, apoyó sus palmas en la ventana rectangular, abalanzó todo su peso en ésta, intentando abrirla, al fracasar, la empujó con más fuerza, logrando al fin entrar. 

Lo primero en cruzar con su vista, fue la pequeña nave de Zim, analizó el puntiagudo techo que tenía, y fue nuevamente intimidado por un segundo cuadro de mono, no entendía porqué Zim tenía cuadros así. En frente del crucero, estaba Minialce, jugando un intenso partido de solitario, se le veía muy concentrado.

Después entró Gir, cerrando con sí el ventanal, su expresión fue de asombro, como si hubiese sido hace años que no veía a Minialce, éste lo imitó y de inmediato cambiaron el solitario por un juego tradicional de pokar.

Frente la curiosa escena, Dib empezó a buscar a Zim, logrando escuchar al cabo de un rato quejidos como si se tratase de una animal agonizando o simplemente sufriendo, provenientes del interior de la nave. Se asomó por el vidrio y efectivamente, veía a su pequeño extraterrestre hecho bolita en su asiento, con los ojos fuertemente cerrados, su pak emitía luces parpadeantes, pareciese una computadora con un persistente virus, inclusive asimilaba ver sus prótesis a punto de salir y devolverse a su lugar, todo junto a una muy visible sudoración.

Su admiración fue reemplazada por un enorme susto, cuando Zim saltó hacia el vidrio golpeándolo, aún con los párpados juntos, como si quisiera escapar.

— ¿Por qué está así? — Interrogó sentándose a lado de Minialce, éste le escucho atento, y emitió uno de sus ruidos agudos como respuesta, Gir asintió sonriente.

Minialce comenzó con una serie de gestos y maullidos, moviendo sus limitadas extremidades, como si estuviera contando una alucinante y extrema aventura, pero en realidad platicaba los acontecimientos de tres días y medio, e inexplicablemente, Gir entendía. 

Dib intercalaba su atención entre estas dos creaciones irkianas, y como Gir demostraba todo el interés en las palabras del contrario, llegando a demostrar asombro en la narrativa, cuando intuía que debía de saber lo que le estaba contando, es decir, él vivía ahí.

—¡Oh! ¡Con que por eso está así! — Concluyó Gir, totalmente fascinado

—¿D-de qué? —Preguntó el de lentes, sin entender nada.

— ¡El jefecito! — Explicó muy limitado. Dib mostró confusión — ¡Está encerrado, y Minialce tiene la llave! — Éste presumió la misma, que estaba a su lado.

— ¿Por qué? 

— Él se lo pidió. — El humano estaba entendiendo de a poco, pero aún así no comprendía qué mierda pasaba

— Minialce — Llamó con duda —, ¿me lo puedes explicar? — Pidió, y así como el pequeño animal reanudó sus señas, le pidió que si podía explicarlo por escrito. 

El de astas sonrío y éstas extremidades comenzaron a ejercer un aura púrpura a su alrededor  y al tiempo, llegaron un montón de hojas y un lápiz sin punta, Minialce expresó su sorpresa ante tal hecho, pero Dib le prestó un sacapuntas de su mochila.

Totalmente entusiasta, el alce empezó a resumir su historia en pequeños carteles

"Después de la última vez que viniste, intentó controlar su ansia por tus «besos», y al tiempo pensó que era buena idea encerrarse"

"La cerradura está tanto por adentro como por afuera, pero sólo hay una llave, y yo la he estado cuidando c:"

— ¿Ha estado tres días aquí? — Cuestionó penoso por el estado tan deplorable en que debía estar la voluntad de Zim como para estar en cautiverio por su propia mano, o por otro lado, cuanta sería la necesidad por probar de nuevo unos labios humanos, por probar de nuevo los labios del humano. Minialce asintió —¿Y por qué su pak está actuando raro? — Minialce volteó a su lado, como si estuviera viendo a su creador y dio a entender que no sabía. 

Dib mordió su labio, tentado a liberar la ahora bestia que yacía ahí. Se excusaría con que querría "ayudarlo", cuando en verdad él también atesoraba un beso del Irken.

— ¿Puedo liberarlo? Estoy seguro que puedo hacer algo. —Minialce se lo pensó un momento y feliz le entregó la llave. — ¿De dónde lo abro? — El encargado le mostró la cerradura, introdujo la llave, la volteó y el parabrisas se despegó del resto de la nave, liberando inmediatamente a un Irken, usando todo el potencial de su pak, salió disparada una pequeña araña.

BasoexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora