Al salir de la escuela, el alrededor de ésta estaba desierto.
A causa la pelea de ellos dos, hicieron que el resto de los castigados salieran treinta minutos después de la salida correspondiente, siendo la de este grupo quince minutos después de la campanilla.
Dib miraba por la ventana y recordaba la pulsación que sintió en su pecho momentos antes, la sudoración fría, una inminente sonrisa y moverse como una criatura llena de excitación.
Zim tocaba su piel y extremidades que seguramente le dolerían horas después, recorría con enguantada mano todo el área de su rostro, notando que en unos puntos sus dedos no se movilizaba con tanta facilidad y delicadeza, sintiendo pequeños lugares donde se sentía rasposa su piel, dando mérito a los "pellizcos" de Dib le dio
En varias ocasiones de esta gran espera, cruzaban miradas, e inclusive mantenían la vista, sin importar que los alumnos que quedaban en medio de ellos dos se sintieran observados o incómodos
Había un aura con ellos entre odio, y necesidad. Hacía tiempo que no peleaban físicamente, ni un poco, y ciertamente lo necesitaban, afortunadamente dejaron salir aquello contenido durante meses en tan solo unos minutos. Es como cuando esperas por hacer algo que amas, pero en esta ocasión era algo que en parte era necesario, les relajaba, y que de un momento a otro dejen salir toda la tensión que tenían acumulado, les hacía sentir relajados, y lo percibían como que era gracias al otro.
El profesor dormía, y todos se levantaban silenciosamente para platicar, jugar o molestar a otros en silencio. Dib apenas había puesto un pie fuera del pupitre, cuando comenzó a sonar una alarma, los que pasaban gran tiempo ahí sabían de qué trataba, era la hora de salida. Todos regresaron a sus lugares corriendo, para cuando el profesor despertó ver a todos como niños buenos, el encargado chasqueó la lengua.
— Ya pueden salir
Fue una oleada de bullicio, y desafortunadamente, a Zim se le fue de la vista Dib y viceversa. El proveniente de Irk planeaba "amenazarlo" (y si era posible tener otra riña) y el terrestre esperaba tentar de nuevo a Zim, e intentar cumplir otra pelea, más íntima, puesto que nadie estaría alrededor
Zim había sido el último en salir, viendo todo despoblado, pensó que sí quería volver a pelear debería esperar al día siguiente. Justo cuando estaba dando la vuelta, alguien le jaló desde un arbusto. Dib lo posicionó abajo de él, evitando que se moviese.
— ¿No aguantas que te diga la verdad acaso?
— Lo que dijiste no es la verdad
— ¿Eso crees?
— Es como cuando te dicen que estás loco
—¿Es decir que no lo estoy? — Cuestionó capcioso
— Al menos cuando hablas de extraterrestres, de tus demás locuras no tengo idea, pero lo más probable es que todos tengan razón — Dib rió.
El silencio reinó, y cada vez Zim sentía más presión entre sus piernas, dejándolo sin aire, puesto que también aplastaba su abdomen
— Te dije que no intentaras nada raro — Exclamó dejando un poco de lado su tono malicioso, siendo uno más de preocupación porque de verdad hiciera algo inadecuado.
Zim comenzó a moverse intentando dar a entender su incomodidad, aunque sólo lograba más fricción, tensando al más alto
— ¿Cómo es algo raro? — Preguntó risueño
— Como que estés arriba de mi. Humano, sé los rituales de apareamiento, y que estés encima de mi me lo recuerda, lo que es equívoco
— Yo no te dije nada hoy en la tarde, tú también te subiste encima de mi, y te sentaste
—. . . Pero yo fui sin querer — Dib rodó los ojos sonriente
— ¿Te da miedo lo "raro", Zim? — Hizo cuestión acercándose más al rostro de Zim, notando el calor que éste despedía, viendo con más atención su rostro, visualizando un sonrojo, impresionándose porque los Irkens podían tener esa reacción, al mismo tiempo, en sus manos podía percibir lo tenso que estaba Zim, y como hacía una pequeña lucha por doblar las piernas.
El Irken abrió la boca, haciendo el intento por articular palabra alguna, sin embargo se encontraba mudo. Intentó zafar sus brazos, y al demostrar no querer ejercer tanta fuerza como para lastimarlo, Dib lo soltó, e inmediatamente rascó sus ojos, puesto que el sudor se acumulaba en sus lentes, provocando más comezón de la habitual.
En ese momento de poca vista, Dib retiró juguetón la peluca del alienígena. Zim abrió los ojos ante esto, dejando ver que había retirado por completo su disfraz.
Ahora inexpresivo, solamente miraba los labios del más alto, pudiéndose notar que mordía su labio interior.
Dib no resistió más y se abalanzó por sobre Zim, dejando sus piernas libres, las cuales sólo se encargaron de tensarse y estrujarse contra las de Dib.
El Irkiano sintió unos labios no tan húmedos — puesto que Dib tenía sed —, por lo que no se lastimó tan rápido, pudiendo gozar lo que era, su primer beso, el primer beso que un Irken daba en siglos.
Aferraba sus manos a la espalda del humano, jalando de su gabardina, era lo más puto placentero que un Irken hubiese experimentado en tantos años, y él, Zim, era el Irken que lo había hecho. Por otra parte, Dib sintió algo que casi nunca había sentido; controlar y poseer a Zim en su totalidad era una experiencia indescriptible; poder controlar cada momento que pasaba, aprovechando todos y cada uno que acontecía.
No se preocupó por sí alguien los veía, y en una mala jugada, alguien veía a Zim como lo que era, un extraterrestre de otro planeta muy lejano. . . en ese instante, deseó que nadie más conociera su secreto y poder experimentar más con Zim, poder tocarlo en la totalidad, sentirlo y hacerlo de su propiedad, en cualquier momento o lugar, con que pasara era suficiente.
Segundos fueron, hasta que el de tez verde empezó a sentir un leve ardor en su labio inferior, aunque afortunadamente fue el mismo momento en que Dib perdía el aire.
Se separaron, y menos de diez segundos transcurrieron para que Zim volviera a tomar por la nuca al contrario y lo unió a él, en efímeros besos, jadeando cada que se separaban, lo cual era frecuentemente. Podía llegar a dar más de veinte besos cortos en un minuto, dejando muy feliz a Dib, quien hubiera continuado en su satisfacción, sino fuese porque el último profesor salía de la escuela.
Dib paró a Zim y le cubrió la boca con delicadeza, esperando que el adulto se fuera y no los notara, aunque Zim no cooperaba mucho, mostrándose impaciente por continuar. Intentaba retirar la mano del contrario y atraerlo a sí, pero el humano hacía lo posible por no hacer ningún tipo de ruido.
El Irkiano, harto de que no lo dejara implementar su idea, retiró su palma con fuerza y lo volvió unir en otro beso más duradero, siendo su plan que éste durara lo suficiente como para que el profesor se fuera. Membrana en no querer hacer más ruido, siguió el acto, siendo el único sonido sus respiraciones juntas, cosa que tapaba el arbusto.
El hombre se fue, y Zim ya podía sentir como un tramo de su labio se había quemado, afortunadamente no muy profundamente, era una herida de aproximadamente dos centímetros de larga, y la profundidad era superficial, estando satisfecho con eso por ese rato.
Dib se mantuvo unos segundos observándolo, y al momento en que quiso continuar, Zim lo paró, sonriendo malicioso
— Con eso es suficiente, humano — Éste último suspiró
— ¿Es en serio? — Lloriqueó suplicante después de su suspiro de decepción
— Totalmente
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Basoexia
FanfictionHay una razón por la que en Irk está muy mal visto las muestras de afecto, pareciendo inclusive ilegal. Y es que toda raza que prueba algo excitantemente prohibido por primera vez, deseará repetirlo hasta el momento de la muerte. Esto puede implicar...