Capítulo 7: Platica

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La cercanía de su actual visita inesperada le obligó de retirar el plato de sus piernas, puesto que sí Zim no iba a conquistar el mundo, si el espacio personal de Dib, al igual que sus pensamientos

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La cercanía de su actual visita inesperada le obligó de retirar el plato de sus piernas, puesto que sí Zim no iba a conquistar el mundo, si el espacio personal de Dib, al igual que sus pensamientos.

Que haya apartado su cena, aumentaba el ego del más bajo, "era más importante que su misma nutrición".
Se arrodilló en las piernas del contrario, proporcionando un leve dolor, tanto como el pequeño cuerpo de Zim pudiese dar.

El Irken sujetó el rostro del contrario con una lascivia inocente, aunque se alejó repentinamente, con un pequeño chasquido, es como cuando ves algo caliente e inminentemente deseas tocarlo. . . y lo haces.

Dib se extrañó por tal situación.
Repasemos: te besas en la tarde con un alienígena que se supone es tu enemigo, y te gusta, después ese mismo alienígena entra a tu casa y se acurruca en tus sábanas, justo pensabas que dormía, cuando te vuelve a besar pero luego se aparta sólo. . . ¿porque si? Es extraño

— ¿Qué. . .? — Emitió una risa nerviosa y acomodó sus lentes — ¿Qué haces en mi casa, Zim. . . en mi habitación? ¿Encima de mi? — Extendió los brazos, dejando en evidencia todo lo que clamaba —. . . ¿Estabas durmiendo? — Cuestionó curioso, hasta donde le constaba, los Irkens no dormían

— ¡Por supuesto que no! ¡Me da asco de sólo pensarlo!

— ¿Entonces qué hacías en mi cama con los ojos cerrados?

— Grababa tu olor — Exclamó pícaro, sorprendiendo al contrario. Se sentó al lado de Dib, quien muy nervioso sujetó el plato, intentando comer — Aunque no lo creas, los Irkens tenemos muy desarrollados los sentidos — Exclamó altanero.

— No se nota en ti — Burló, molestando al contrario — ¿Qué hacías en mi habitación? — Repitió cortando un pedazo de carne

— Quiero que me digas qué es eso

— ¿Qué es qué? — Habló mientras masticaba, ocasionando que una gota de saliva con carne semi-molida atacara a Zim

— ¡Ugh! ¡Quema también! — Se quejó en gran volumen, sobando la parte baja de la mejilla, cerca de los labios, y al retirar la mano Dib notó una gran quemadura

— ¿Te afecta tanto la carne? — Preguntó al ver una marca mayor a lo que una gota podía generar

— ¡Le escupiste a Zim! ¡La saliva es agua, larva!  — Dib frunció el ceño, su plática civilizada se arruinó, puesto que odiaba que le dijera larva

— ¿Y qué hay con el beso que te di hoy? ¿no te quema?

— ¿Eso es? — Ignoró su reciente herida y la pregunta del Membrana, curioso. — ¿«Beso»?

— Zim, no me mientas, ¿en los años que llevas en la Tierra no sabes que es un beso? — Interrogó incrédulo

— ¡Nadie de la eskuela ha hecho una demostración pública! No se ve algo que Bitters dejara que pasara. . . — Mencionó visiblemente. . . ¿molesto? ¿incómodo?

— No, nadie deja que pase. Por eso lo hice en un arbusto — Expuso, elevando la temperatura del contrario ante tal recuerdo, llegándose a notar un sonrojo de parte de ambos.

La cabeza de Zim estaba hecha un revoltijo, ¿qué era exactamente «besar»? ¿en qué más constaba para verse tan mal? ¿qué tan normal era hacerlo?

— Se ve como lo que no se puede en Irk — Habló con libertad, puesto que a esas alturas, sería normal mencionar su planeta.

— ¿"Lo que no se puede"? — Curioseó, dando otro bocado

— Toda civilización tiene sus reglas, humano. — Aclaró como si el más alto no lo supiera

— Lo sé Zim — Habló con molestia — Pero, ¿qué exactamente "no se puede"?

— Si un Irken no siente natural algo es porque no se puede, está en el pak — Expresó simple, sin mucha importancia.

— ¿Y tú sientes naturales los besos?

Zim guardó silencio, pensándolo así. . . en otra situación lo hubiera sentido raro, ¿que otro Irken se le hubiese acercado mucho al rostro? Sumamente raro, pero, ningún sentimiento lo detuvo a meterse a la casa de su enemigo sólo con el objetivo de juntar sus bocas.

—. . . Son raros. ¿Con qué fin se hacen? — Interpeló curioso después de un buen rato pensando, tanto que el humano acabó su cena.

En un movimiento rápido, picó su pak con un solo dedo, confundiendo a Dib, aunque no le tomó mucha importancia.

— Con muchos Zim. Es decir. . . no creo que los entiendas.

— ¡¿Subestimas el intelecto de Zim?!

—. . . Si — El último mencionado quedó mudo ante tal respuesta, igual de indignado, tanto que se acercó a él sólo para romper su plato al lanzarlo al aire.

Dib repeló, sin embargo el Irken salió sin dirigir otra palabra al contrario, dejando ver que había entrado por la ventana, trepando con sus prótesis arácnidas.

Dejó a Dib pensando.

Repasó cada momento hasta el de su salida; sus palabras, acciones, expresiones, fueron efímeras y remarcaban cierta confusión

¿Había ido sólo a "grabar su olor"? ¿Para qué? ¿Para rastrearlo y asesinarlo en cualquier momento? ¿Sin una máquina especializada? No, fue pura coquetería.
¿Cómo que Zim no sabe qué es un beso?

Finalmente y menos importante, las reglas del imperio Irken. . . de todas las preguntas que le habían hecho a Zim de su civilización, nunca se le cruzó por la cabeza preguntar sus límites y prohibiciones, pero ahora le resultaban de lo más interesantes, ¿qué cosa podía considerar ‹malo› e ‹incorrecto› una sociedad en la que Zim creció y se formó? Por a pesar de parecer una especie de dictadura,  no detuvo a que el pequeño Irken se infiltrara a su casa sólo para gozar de un acto meramente pasional, dando la impresión de ser un súbdito muy devoto a sus líderes y sociedad, ¿estar tanto tiempo en la Tierra lo estaba moldeando? Además. . . parecía que no sólo estaba en la Tierra, sino que ahí habría de quedarse incondicionalmente, al no tener noticias de sus más altos.

Se planteó la situación actual del imperio, daba la impresión de ser incierta, ante la poca actividad de su enemigo, seguramente, un escenario muy estresante para Zim, pero. . . no lo detuvo a pasar unos minutos de diversión en el arbusto, teniendo varios acercamientos semanas antes, en las que él se refería a sus acciones — las cuales igual evitaba — como "raras"

‹No intentes nada raro›

Esa demanda se repetía en su cabeza, ¿por qué repentinamente accedió a hacer "una rareza"?

Finalmente prefirió anotar sus interrogantes en una lista, y al día siguiente cuestionarle a su enemigo.

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