Capítulo 42: Bufón

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Una cincuenta de la mañana, el tiempo le perseguía y quería huir lo más lejos posible en ese momento

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Una cincuenta de la mañana, el tiempo le perseguía y quería huir lo más lejos posible en ese momento.

Y claro que había una forma, o más bien, un lugar, dónde no se encontraría.

Que a pesar del entusiasmo que le podía recorrer la idea de al invasor poder ver, el nerviosismo lo hundía y lo aparentaba como difícil, más bien, le retenía.

Daba vueltas dirigiéndose hacia la perrilla, intentaba tomarla pero se regresaba a sentarse a su cama, sentía que vomitaba cada que se acercaba. . . y no era para nada una broma.

Cubría su boca con crueldad tratando de que lo que quien sabe qué saliera de ella, hacía horas que había cenado, ¿qué saldría de ahí a las casi dos de la mañana?

Finalmente sintió como el asqueroso líquido comenzaba a tocar el principio de su lengua, que se le dilataron las pupilas, sudor corría y su cabeza dolía, era mejor ir, no quisiera que se hinchara más de lo que ya estaba por naturaleza.

Hizo un razonamiento rápido en que, en la ventana no lo haría, no porque fuera asqueroso, sino que significaba que no habría salido de la habitación.

Así que, tragando su miedo — mas no el vómito — salió corriendo y llegó muy apenas al cuarto de baño, ni le dió tiempo de prender la bombilla.

Lo dejó salir de una forma en que desgarro lo más profundo de su desdicha, en eso iba más allá de lo que pensó que era expulsar un jodido nerviosismo, fue toda la furia, tristeza y pena que había experimentado en estos confusos meses, todo; notando que en realidad no había llorado por las emociones pasajeras, el estrés, mescolanza y desorden que llegaban así como se iban, su vida había sido un total desmadre.

Respiraba agitadamente, impactado, no creía que, se sentía tan vacío ahora, pero, ese vacío que te llena, que te hace sentir, fuera de algo malo, y que te llena de dicha, pero aún así, es raro estar fuera de eso.

Se sintió como cuando Zim se había ido de su casa, pero, mejor, más liviano. Tal vez porque sabía que ahora tocaba ir a verlo.

— ¿Y ahora qué? ¿De loco serás bulímico? — Pausó Gaz viéndolo desde la entrada del baño, con la luz apagada y su voz sepulcral de madrugada sí que le sacó un susto — Aunque creo que ocupas ser un loco para ser bulímico. . . ¡Ah, Dib! — Reprendió para después volver a jugar.

Dib la miró espectante para después reír.

— Jajaja. . . No, yo, me sentí un poco mareado, es todo. — Mencionó levantándose y sentándose en la tasa del baño, para al mismo tiempo mandar el contenido a la alcantarilla.

— ¿"Un poco mareado"? Tú nunca vomitas — Refutó incrédula

— ¡Bien! Estuve nervioso, mucho, pero, ¡no estoy ni loco ni bulímico! — Apuntó

— Difícil de creer, buenas noches. — Se dió la vuelta y comenzó a caminar.

— ¡Gaz!. . .

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