Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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¿Cómo se preparan para el final de GuandaVishon, WandaVision pa los cuates?
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Las piedrecillas del camino cortan contra la planta de mis desnudos pies que lloran y se quejan ante la oscura tierra que se filtra por las heridas.
El espeso bosque se cierra a mí alrededor como si intentaran evitar que llegue a mi destino, las ramas esqueléticas de los árboles rasgan mi vestido azul, los retazos de tela quedándose entre sus dedos puntiagudos cuando continúo caminando sin detenerme.
Sabía que así acabaría y te lo dije, pero no me escuchaste.
No me escuchaste.
Estabas más concentrado en meterte bajo mis sábanas, en arrastrar tu mano bajo mi vestido y apropiarte de mi cuerpo haciéndolo tuyo hasta el agotamiento.
Sabía que me metería en problemas, que tu sonrisa, tus miradas y tu afecto traerían graves consecuencias, y no te lo dije.
No te lo dije.
Porque mi corazón latía por ti, porque no quería escucharme ni prestar atención a lo que se repetía en mi mente día y noche, porque quería quererte y que tú me quisieses.
Sabía que debía oír las advertencias, que los susurros de las personas a lo largo del salón de baile no eran coincidencia, que tu reputación te precedía, que todos lo veían e intentaron mostrármelo, pero no lo vi.
No lo vi.
Estaba más ocupada dejándote meterte entre mis sábanas, permitiéndote arrastrar tu mano bajo mi vestido, abriendo mis piernas para dejar que te apropiaras de mi cuerpo hasta la saciedad.
Mi problema fue que sabía tantas cosas y lo ignore todo, incluyendo mi propia intuición.
La sociedad no me importó, los cuchicheos en los parques, los susurros en los bailes, no tenía importancia, la reputación de mi familia era mi menor preocupación.
No quedaría arruinada, porque tú estarías para salvarme.
Mis padres no tendrían que enviarme lejos, porque tú estarías para salvarme.
Nadie se atrevería a decir nada, porque tú estarías para salvarme.
El bosque se abre pero el camino de tierra se extiende hasta terminar en un puntiagudo final de piedra, la brisa marina agitando mi cabello, como una bandera de advertencia, casi puedo escucharlo silbar en mi oído.
Aléjate, no te queremos aquí.
Oh, Lord Christopher, dime ahora, ¿dónde estás? Te diré dónde no, aquí, para salvarme.
