Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Camino fuera del baño hacia mi armario, me coloco mis cremas en el cuerpo y escojo unas bragas de encaje negras diminutas, no quiero que se marquen en el vestido. Selecciono uno de los muy costosos perfumes de mi colección y lo rocío por todo mi cuerpo, recorro con mi dedo todos los vestidos que permanecen colgados hasta encontrar el que busco.
Salgo del armario para encontrarme con una Molly que tiene el ceño fruncido, está sentada en la cama con mi bolsa de maquillaje entre las piernas. Al escucharme, levanta la mirada y una sonrisa traviesa aparece en su rostro.
Miro hacia abajo y tuerzo los labios.
—Ah no, conozco esa mirada. No te atrevas a echarte para atrás —me observa sentada desde el borde de mi cama—. ¿Dónde quedó la valiente Valerie que hizo un plan para darle celos a un bombón que le mintió? —me dice con una sonrisa traviesa en su rostro.
—¡Agh! Comienzo a dudar de esto Molly, ni siquiera sé por qué lo hago. Esta idea descabellada es producto de los celos que no puedo controlar y que de nada sirven porque él ya está con alguien —camino frustrada fuera del armario en busca de unos tacones.
—Como que por qué? Le gustas a Chris, pero él claramente no tiene el valor para decírtelo… tampoco tú, pero ese no es el punto —le lanzo una mirada fulminante y ella solo sonríe apenada—. Bueno, bueno pero él prefirió lanzarte miradas indecentes y darte señales para después fingir que sale con esa tal Alba… algo no cuadra. Ahora ven, te ayudaré a peinarte y obvio con tu maquillaje. Oh, y tenemos que llegar tarde pero no tan tarde, solo lo suficiente para llamar la atención pero no de mala manera.
Se levanta de la cama y me toma de los hombros dirigiéndome a la silla de mi escritorio. Después de un rato se aleja y sonríe orgullosa.
—Perfecto, yo sabía que lo haría perfecto, convertí ese rostro indeciso en una obra de arte —dice mientras cierra el labial—. Calma fiera. No estoy diciendo que seas fea así que quita esa cara… —se apresura a decir cuando nota que mi ceño se frunce y la miro fijamente.
Regreso a mi armario y tomo los primeros tacones negros que encuentro, me siento en el borde de la cama del lado opuesto a ella. Termino de abrochar las correas y me dejo caer soltando un profundo suspiro.
¿Cómo es que llegué hasta aquí?
Bueno, la razón tiene nombre, apellido y un trasero delicioso.
