Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Advertencia: Ta chikito porque aún no termina la escuela.
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La sonrisa de Chris se desaparece al observar a su novia entrar a la habitación y se apresura a esconder su teléfono, colocándolo sobre la cama con la pantalla hacia abajo.
Su novia entra a la habitación a trompicones como alma en pena, su cara retorcida en furia, Chris casi podía compararla a Medusa, la gorgona de la mitología griega, si usaba su imaginación era capaz de ver su cabello retorcerse hasta enredarse en su cuello y apretar hasta dejarlo sin respiración, podía imaginar que cada hebra era una serpiente, con el poder de volverlo una fría piedra.
Chris la observa con cautela, ella se mantiene en silencio, su mirada fija en los azulados ojos de su novio, su mandíbula apretada y sus manos en puños.
—¿No tienes nada que decirme? —su voz es casi un gruñido, ronco y gutural, un sonido que al escucharlo de noche en medio del bosque bien podría ser un animal salvaje esperando pacientemente para devorarte.
Él la observa, aún recostado en la cama sin saber cómo tranquilizarla, sin saber que decir o cómo actuar, no quería enloquecerla, no quería que ella cometiera un acto imprudente, pero no podía culparla si lo hacía.
Desde el momento en que pasó por su mente sabía que este momento llegaría, estaba seguro de que le dolería hacerlo pero no pudo resistirse, e incluso aunque esto pudiese calificarlo como el peor novio del mundo; no se arrepentía de lo que había hecho.
—¿De verdad solo vas a quedarte ahí sin decir ni una sola palabra? —las palabras salen atropelladas de su boca, su apretada mandíbula, sus dientes rechinando, impiden que el sonido salga con fluidez.
—No sé qué decir —murmura Chris, debería sentirse apenado, pero no lo está, de hecho toda la situación le parece bastante risible, quiere saltar de felicidad y echarle en cara su mentira.
—¿Cómo puedes ser tan cara dura e hipócrita? ¿Cómo te atreves a mentirme en la cara? —el rostro continúa siendo una máscara dura de rabia, de rencor, de reproche.
—Cariño...
—¡Confíe en ti, maldito bastardo! —chilla ella tomando uno de los cojines al pie de la cama, arrojándolos con fuerza hacia Chris.
El ojiazul recibe cada golpe sin inmutarse, intentando atajar todo lo que su embravecida novia consiga lanzarle, sabe que se lo merece, y aunque ella se vea tan afectada, incluso en el punto más alto del enojo, no puede sentir arrepentimiento.
—¿Sabes qué es lo peor? —gruñe, su voz seca y fría consigue asustar a Chris, quien la observa con cautela, aún a la espera de un nuevo objeto volador—. Que todo el mundo lo sabía, todo el mundo me lo decía pero yo como una estúpida siempre te defendí... y ¡tú! ¿Cómo te atreves?
