Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Suelto un suspiro, derrotada. Estaba intentando dormir, pero simplemente mi mente no deja de trabajar. No sé si a otras personas les habrá sucedido, pero cuando logro encontrar el lugar más cómodo de mi cama, luego de un baño relajante; incluso con el sonido de la lluvia y el olor a tierra mojada, mi mente se pone a pensar en cosas que simplemente no me deberían importar.
¿Qué pasaría si...?
Oh no, otra vez no.
Suspiro y me doy por vencida. Es evidente que no estoy cansada.
Tomo el control que se encuentra en la mesita de noche, enciendo la televisión, coloco Netflix, y me dispongo a curiosear los catálogos. Como no encuentro nada interesante que ver, busco mi programa favorito, Betty La Fea. Siendo sincera me encuentro viendo por casi tercera vez esta serie. Es que es lo mejor.
Siento que algo sube a mis pies. Asustada me asomo a un costado de mi hinchado vientre para ver que es, una sonrisa se curva en mis labios cuando noto a Dodger dar vueltas y acurrucarse en la sabana.
—¿Qué sucede cariño, te encuentras cansado? —le pregunto al pequeño peludo.
Dodger me mira, se levanta, y se acuesta junto a mí.
—Oh, entiendo. Quieres ver la serie conmigo ¿cierto? —murmullo.
Es obvio que sí, hasta a los perritos les debe gustar Betty la fea. Es entendible ¿a quién no le gusta?
Coloco el capítulo en el cual quedé ayer y me pongo a verlo. Antes de darme cuenta, siento una lagrima bajando por mi mejilla.
Y si estoy llorando, malditas hormonas.
Aunque cualquiera lloraría, es el capítulo más triste de todos, la pobre Betty descubre la traición de Armando.
Siento de repente como me llega el sueño, finalmente. Volteo a ver a Dodger y lo encuentro acurrucado a mi lado dormido, casi puedo escucharlo roncar. Suelto una risita al imaginarme lo que podría estar soñando, tal vez intenta alcanzar las nubes, o corretea detrás de una mariposa.
