Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Lo sé, he andado medio perdida pero estamos en el regreso a clases, ya se acercan los exámenes de mitad de semestre y toda la situación se está comiendo mi alma y mi vida.
Asi que perdonenme tantito si me tardo.
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Tomo una respiración profunda antes de abrir la puerta de mi departamento, sujeto con fuerza la correa de mi bolso y atravieso el umbral.
El pasillo parece alargarse y mi corazón late con fuerza en mi pecho con pensar que debo atravesarlo hasta llegar al elevador.
Como todos los días mi mente piensa en una excusa para volver a mi departamento, cerrar la puerta, enterarme bajo las sábanas y no salir en un mes, o cuando sea necesario comprar alimentos.
Podría decir que estoy enferma.
Tal vez murió mi gato.
O mi abuela se cayó de la escalera y está hospitalizada en urgencias.
Mil y un ideas vagan y casi puedo verlas rebotar en el pasillo, como si hubiese liberado la caja de Pandora de las excusas para faltar al trabajo.
¡Pero no! Debo reponerme, enfocarme, concentración absoluta y total... debería buscar un mantra.
Cierro la puerta del departamento y emprendo mi marcha hacia el elevador, en mi cabeza se reproduce la icónica música de misión imposible.
Llego al ascensor y espero con impaciencia a que las puertas se abran, con un suspiro de alivio me siento lista para salir del edificio con una misión exitosa.
Las puertas por fin se abren y entro rápidamente, al dar media vuelta la idea de una misión exitosa es arrojada del ascensor cayendo a los pies del hombre frente a la puerta del 6-6B, el cual me mira como si fuese un fantasma.
Podría fingir que no lo he visto y cerrar las puertas del elevador, pero eso no sería civilizado.
En cuanto comienza a caminar hacia mí; pienso que lo civilizado bien puede esperar, alargo la mano para presionar el botón de cierre justo cuando su mano se cierra sobre las puertas, inmediatamente cambio el rumbo de mi dedo y presiono el botón de la recepción.
-Hola -saluda él y las puertas comienzan a cerrarse con lentitud.
-Hola -respondo cuando las puertas ya están cerradas.
-¿Qué tal estas? -pregunta y suspiro mirando fijamente las puertas metálicas.
-Bien -el silencio se extiende por el ascensor y quiero cubrir mi boca para mantenerlo así, pero mi incomodidad ante los silencios incómodos es más grande que mis ganas de no abrir la boca-. ¿Y tú?
