Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Salgo del ascensor escuchando el repiqueteo de mis tacones siguiéndome mientras hago el camino hacia la salida, George; el portero, alza una mano en despedida y me desea una feliz tarde a lo que sonrío y digo adiós antes de alejarme hacia el estacionamiento en busca de mi auto.
Aprovecho y saco el teléfono del bolso para revisar los mensajes y responder uno antes de subir a mi auto.
Salgo del estacionamiento, despidiéndome de la amable guardia para emprender el viaje hacia la casa, es solo cuando han pasado diez minutos que decido detenerme a un lado de la carretera y es ahí que el peso en mi pecho se intensifica, el nudo en mi garganta se vuelve incluso doloroso cuando me permito llorar.
Calientes lágrimas corren por mis mejillas y mis labios tiemblan cuando mi cuerpo se estremece por los fuertes sollozos.
Quisiera detenerlo pero es imposible, había estado conteniéndolo hasta que no pude hacerlo más.
Me aferro al volante como si fuese un salvavidas y yo estuviese a punto de ahogarme, aunque por el desconsolado llanto que me sacude bien podría estarlo.
Supe desde la mañana que hoy no sería un buen día, lo supe desde que me vi al espejo, desde que me vestí y sin importar la ropa todo me hacía sentir como si usara un disfraz ridículo, desde que mi desayuno me hizo un nudo en el estómago y sentía que las personas a mi alrededor solo me juzgaban.
No fue un mal día en el trabajo pero solo siento que las horas pasan mientras yo estoy atrapada bajo una piel en la que no me siento cómoda, al menos no ahora.
Limpio mis lágrimas; que parecen no acabar, y escarbo en mi bolso por pañuelos para sonar mi nariz y quitar un poco del rímel que con seguridad hizo surcos negros en mis mejillas, mi garganta arde un poco y mi respiración es temblorosa.
Tomo respiraciones profundas antes de poner el auto nuevamente en marcha, incluso con el peso en mi pecho intento que las lágrimas no empañen mi visión, solo quiero llegar a casa.
Intento poner música, pero sin importar que el volumen sea increíblemente alto, nada parece ser suficiente para acallar mi propia mente, la cual me golpea, me envenena con palabras duras que corren por mi piel haciéndome sentir insuficiente, estúpida, inservible y desechable.
—Todo estará bien —susurro—, tu familia te ama, tu novio te ama, tienes un trabajo que amas, tienes personas que se preocupan por ti, tienes una vida para abrazarte a ella.
Casi parece que intento arrullarme con mis propias palabras, queriendo calmar la voz que me daña, la mía.
—Solo ve a tu lugar bonito —un sollozo escapa de mis labios y debo soltar una mano del volante para limpiar las lágrimas de mis mejillas—, ve a tu lugar bonito, ve a tu lugar... tu lugar bonito, por favor... te lo suplico.
