Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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Advertencia: Contiene tantito contenido de fondue, y también spoilers de Knives Out (Si no has visto la película (que no creo) entonces tal vez no debas leer este OS, o al menos no la parte final)
Ahora si, estamos de fiesta hoy porque este libro bebéestá cumpliendo dos añitos!!
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Bajo las escaleras del avión privado sin tropezarme en mis tacones y sonrío cuando tomo la mano extendida que me espera al final, acompañada de una sonrisa de perlas blancas y brillantes ojos azules.
Nuestro equipaje es bajado del avión y varias personas se encargan de llevarlos dentro del aeropuerto de Miami, mientras nosotros caminamos sin prisa a través de la pista hacia el estacionamiento privado donde un hermoso convertible rojo nos aguarda.
Un mozo se apresura a abrir mi puerta, se nota nervioso y ansioso, como un adolescente esperando su primer beso, pero todo lo que obtiene de mí es una sonrisa, no puedo darle más.
Ransom pone el auto en marcha, enviándonos con suma rapidez por las calles de la ciudad que parece amar el sol.
No me resisto y me inclino hacia el atractivo hombre que me acompaña dejando suaves besos y mordiscos en su cuello consiguiendo una pícara sonrisa y que una de sus manos se aleje del volante para acariciar la piel expuesta de mi muslo, jugueteando con la abertura lateral del vestido.
El conduce hasta que las autopistas se vuelven calles con la playa a un lado y edificios en el otro, todo parece bañado de sal y sol, con un calor de sexo y alcohol, acompañado de piel bronceada y cuerpos torneados, al lado de autos lujosos y joyas brillantes.
Pronto nos hace girar y detiene el auto al final de una calle cerrada, frente a una impresionante mansión moderna con más cristales que paredes de ladrillo.
—Hogar, dulce hogar —murmura Ransom al abrir la puerta principal, soltando el nudo de su corbata antes de caminar hacia la puerta de la cocina.
El equipaje aún no llega pero no es como que lo necesitemos por ahora, me encargo de quitar mis tacones y con ellos en la mano camino hacia la enorme cristalera que lleva hacia la playa privada.
Las olas rompen en la orilla a pocos metros de la enorme terraza con piscina, suelto los tacones y me recuesto en una de las tumbonas, subiendo el borde del vestido casi hasta mis caderas, para que reciban un poco del sol de Florida.
Solo pasan un par de minutos cuando Ransom cruza la puerta, mirándome con diversión antes de que sus ojos recorran mis piernas desnudas y el límite de mi vestido que no se esfuerza mucho en ocultar mis braguitas de encaje.
