Permíteme llevarte a imaginar una vida al lado de Chris Evans
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La nieve se rompe contra mis esquís mientras me deslizo por la montaña; el aire congela mi rostro, pero no puedo evitar sonreír al disfrutar de uno de mis deportes favoritos.
Tarareo sintiendo la tranquilidad que me proporciona el silencio de la montaña; mis músculos conocen tan perfectamente como moverse que parece que ni siquiera necesito pensar, solo dejarme llevar por la pendiente.
El ruido de otro esquiador me hace girar la cabeza, aunque no necesito girarme mucho pues el esquiador se coloca casi a mi lado; y ruedo los ojos cuando lo reconozco sin necesidad de verlo por mucho tiempo, así que niego con la cabeza y me inclino para bajar más deprisa.
Su risa me hace fruncir el ceño, y aprieto los labios cuando por el rabillo del ojo soy capaz de verlo acercándose más y más.
Lo ignoro y continuo; de pronto una tarde tranquila de esquí se convirtió en una carrera en toda regla, yo intentando alejarme de él y él intentando alcanzarme.
Él comienza a rebasarme y me apresuro a alcanzarlo, pasándolo sin mucho esfuerzo.
No puedo sostener la sonrisa que tuerce mis labios sintiendo el aire helado golpeando mi rostro; mi tabla me lleva más y más lejos de él, y mi sonrisa se agranda. Siempre fui mejor esquiadora que él, aunque él siempre fue más demente, como si no tuviese ningún problema en lastimarse.
Johnny demuestra mi punto muy bien cuando lo veo volar en su tabla sobre mi cabeza y aterrizar con fuerza a pocos centímetros de mi tabla. Su acto descuidado me desestabiliza y aunque intento recuperar el equilibrio no tardo en caer hacia un lado, deslizándome fuera de la tabla y rodando unos pocos metros por la nieve antes de finalmente detenerme.
Resoplo enojada y me levanto observando a Johnny deslizándose en mi dirección con mi tabla en la mano.
—¿Qué demonios pasa contigo? —le arranco mi tabla y comienzo a caminar en dirección a la base de la montaña, donde está el resort.
