CAPITULO 32

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LENA'S POV

No sabía que pensar con respecto a Kara, sabía que era de humanos exaltarse, pero estaba molesta con ella... aquella mujer la miraba con tanta adoración que sentí envidia, habría dado mi brazo derecho por tener una mirada de esas proviniendo de mi madre...

No era justo que yo la castigara por su actuar, decidí retomar las cosas por la mañana, recé y me acosté a dormir.

Mientras pasaba por el corredor, vi a mi soldado junto a la capitán, ambas hablaban muy cómodamente... ¿Qué estaba pasando?

Aquel momento se repitió durante muchos amaneceres, y yo me sentía cada vez más enfadada, ¿no quería que estuvieran cerca... que me estaba pasando?, ¿por qué me sentía así?, estaba en pánico, porque este sentir era ajeno en mi ser

- la respuesta está en la oración – saqué del cajón el viejo flagrum y suspiré, lo dejé sobre la mesa y me desprendí de mi hábito – la oración limpiará mis pensamientos... - me hinqué con el flagrum entre mis manos y cerré los ojos - Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno. – debía pausar cada tanto, el dolor que iba con las laceraciones de mi espalda era terrible, pero acallaban mis pensamientos sobre aquella soldado.

Lo que pensaba de ella era muy malo ante los ojos de Dios y los hombres, era nauseabundo y antinatural, era un pensamiento y un sentir que debía desechar de mi alma, o de lo contrario estaría condenada al sufrimiento eterno del infierno...

Pero lejos de olvidar este sentir, se intensificaba de manera negativa, siempre la veía con la capitán, reía con ella, entrenaba con ella... se sentaban juntas para descansar, y eso me estaba volviendo loca... ¿Qué debía hacer?, tal vez Lex podía exorcizarme, la tierna piel de mi espalda estaba sangrante y completamente desgarrada, no le había permitido tregua, todas las noches acudía a mi oración en acto de penitencia por el pecado que estaba cometiendo.

- cristo, mi señor y redentor, por favor perdona mis pecados... - ya no podía más, los sueños eran recurrentes, y para mi terror... me hacían sentir bien... ya no sabía que hacer, mi mente estaba cansada al igual que mi cuerpo.

- abadesa... ¿se encuentra bien? – escuché una voz amortiguada del otro lado de la puerta, mi espalda sangraba y no tenía fuerzas para fingir que todo estaba bien

- s... si... - respondí quedito, las lagrimas no dejaban de bajar

Vi con terror como la perilla de la puerta se giraba, en el rellano apareció la hermana Cat, ella cerró la puerta y se acercó a mi casi corriendo, dejó su lampara en el suelo

- abadesa... -

- estoy bien... -

- no lo está, llamaré a un médico – ella se levantó, y yo la agarré de su túnica, levanté la cabeza para mirarla

- por favor... -

- ¡está herida! –

- es penitencia... -

- ¿penitencia? ¡es tortura! –

- es para expiar mis pecados... - ella se arrodilló de nueva cuenta

- abadesa – tomó mi barbilla entre sus dedos y me hizo mirar sus ojos - ¿Qué pecados puede tener usted? –

- hermana... si usted lo supiera... me repudiaría... -

- Lena – dijo mi nombre - ¿hace cuanto nos conocemos? –

- desde que se estableció el tratado –

DERRIÈRE LES PORTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora