Capitulo 43

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Maraton 2/5

Fue el fin de semana más amargo que mi memoria podía guardar. Desde los siete años que no me sentía de modo tan miserable. En ningún momento quise abrir las cortinas porque sabía que no resistiría espiar un segundo hacia el bosque…como en los viejos tiempos. Me sumí en una completa oscuridad caustica y abrigadora. Soy de las que casi nunca se deprimen y que tiene momento de debilidad pasajeros, lágrimas momentáneas que no duran más allá de lavarse la cara y reponerse con un poco de maquillaje tapa ojeras y mascara de pestañas. Pero cuando de verdad me pongo mal, me deprimo a tal extremo abismal del cual puede ser muy difícil sacarme. Cuando mi padre tuvo aquel accidente, yo en ese entonces tenía siete años, leía cuentos de espantapájaros y me gustaba chapotear en los charcos de lluvia, por el que navegaban hojas secas de otoño, me ponía mi impermeable rojo, unas botas que me cubrían hasta la pantorrilla y un gorro de lana con pompón tejido por mi madre. Antes de saltar en ellos, esperaba a que la lluvia cesara para ir a ver los charcos juntados en el patio trasero y observar las distintas constelaciones de colores que se formaban en él, parecía pintura metálica disuelta en el charco de lluvia y tierra. Era una simple niña en el atardecer de su infancia, fue parecido a un electro shock el momento en que yo tenía que obligatoriamente entender que mi padre no se volvería a mover por el resto de su vida, que no volvería a que tomar mi mano para cruzar la calle, no iría a buscarme a la escuela, no me llevaría a la universidad en la que hacia clases, tan querido y aclamado, llegó hasta ser sub-director, todo lo que él amaba hacer, todo lo que amaba tocar y ver, jamás podría volver a hacerlo. Fue aquel tiempo, en que caí tan profundamente, como cae Alicia en el país de las maravillas por el agujero, con siete años, y cinco psicólogos seguidos. ¿Quién iba a tratar a una niña tan tosca, testaruda y fría?, ¿Cómo podían curarme cuando yo no les revelaba nada sobre lo que sentía?, estaba ahí frente a un psicólogo, maldiciéndolo en mi interior porque en vez de perder mi tiempo sentada en una consulta y preguntas absurdas, yo podía estar junto a mi padre. Hablarle para que volviera en sí, y abrazarlo. Mi única amiga era Cara, no comía mucho mi mama se sentaba horas a mi lado para ver si me comía todo, me pasaba encerrada en mi cuarto leyendo algo, mirando a la nada, durmiendo, lo que más hacia era dormir, me libraba de forma exitosa y fácil de la realidad. Hasta que un lamentable día tuve que despertar, y fue como si yo fuera una débil niñita al desnudo enfrentándose a un dragón que lanza fuego por la boca. Si, esa era la realidad codiciosa y destructiva. Tuve que guardarlo todo en un baúl, un baúl bajo muchas llaves y candados, me levanté de la depresión, y el dulce dolor infantil, para saborear los altibajos de la pubertad, cambios hormonales e ideales que formar. Le ayudaba a mi madre en casa, iba a trabajar con ella en las vacaciones de invierno, visitaba a mi padre a pesar de que nunca pude superar el salir mal de ahí después de una visita. Maduré un poco antes que las chicas de mi edad, y mil años luz antes que los chicos, logré aumentar dos centímetros mi círculo social y el movimiento de mi vida rodó sobre una monotonía tranquila y rutinaria. Claramente me sentía a gusto con ello. Y con tan solo un chasquido de dedos se sacudió mi mundo, y llegó Justin a ponerlo todo de cabeza, quebrando las leyes de la naturaleza conocidas tan deliberadamente que no me costó salirme de los parámetros y creer fielmente en las cosas tan extrañas que podía él hacer, fuerza, rapidez, poder sobrehumano que nadie podría imaginarse en el planeta tierra. Era una vigilancia y admiración meramente platónica hasta la noche en que irrumpió en mi cocina y en mi vida en el sentido personal. 

Y ahora era como dar todos los pasos atrás que había avanzado, era un motivo distinto pero la oscuridad es la misma. Esa presión en la garganta y en el corazón. Me duele darme cuenta ahora de la revelación, en la que nunca me paré a pensar. Que es más que un te quiero, que lo necesito para amarlo, y se ha ido. El abandono es el peor sentimiento. Duele como llagas ardientes sobre la piel. No dejo de recordar nuestro último beso, sus palabras que escondían más que secretos entre líneas. Siempre me lo advirtió pero después hasta él no le importó, a pesar de que desde un principio me dijo que algo entre los dos no podría pasar, fue él quien me besó primero, quien cambio todo. Lo odio por eso. Nadie me había mirado como él, nadie me había protegido como él, nadie nunca ha sostenido mi mano de aquella manera, nunca había tenido tanta afinidad, tanta…química con un chico como él. Éramos espontáneos, naturales, al momento de besarnos había toda una explosión electromagnética, un caleidoscopio de sensaciones. 

The Monster (Justin bieber & ___)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora